Han pasado tres años desde que empecé a trabajar con el concepto de regeneración; antes de esto, llevaba cerca de cinco más hablando de sostenibilidad, tanto en mi vida profesional como en mis acciones activistas. Lo mejor es que me siento gratamente sorprendida de la velocidad con que este último concepto, más alineado con el cuidado de la vida, ha venido tomando fuerza en el medio académico y en la divulgación.
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La sostenibilidad habla de mantener en equilibrio el sistema natural como base para que prosperen la sociedad y la economía a lo largo del tiempo; o, al menos, ese es el espíritu. La realidad, es que termina siendo un tema de “salvemos al planeta”, basado en acciones mínimas tipo separación en las tres canecas, ¡y eso! Pero no notan que, si no se salva el planeta, no se salva la humanidad. Entonces, me he desencantado, ya que se hace por “tener buen nombre” ahora que es tendencia la crisis climática. Lo duro es que, en el fondo, se hacen pocos cambios reales y mucho greenwashing (prácticas de marketing para una imagen de buena responsabilidad ecológica, sin medidas significativas para respaldarla).
Por el contrario, la esencia de la regeneración es sentirnos parte de la vida y esto implica un cambio en la manera de pensarnos en el planeta. Creo que los movimientos de wellness, yoga, alimentación consciente y todos estos procesos que llevan al trabajo personal, están abriendo camino para que podamos, como sociedad humana, acercarnos a vivir en culturas regenerativas.
Según Daniel C Wahl, las culturas regenerativas (entre muchas otras cosas) son aquellas que entienden que ningún ser puede ser por sí mismo, que requiere de otros… yo lo interpreto como el concepto africano ubuntu o Soy porque Somos. Con esto en la cabeza, podríamos diseñar lo que fuera (un edificio, un cultivo, una empresa, ¡nuestras vidas!) y lograr esa relación win-win-win: gano yo, gana el otro, gana el sistema – humano, planetario- en su conjunto.
Me emociona ver el concepto de regeneración moviéndose con fuerza. Justo por estos días, estamos viviendo el Seminario “Ríos y márgenes de vida, ecologías del parir”, este 6 y 7 de septiembre, donde se exploran los tejidos entre emociones humanas y contextos ecológicos, se mira el agua como base de la vida y la vida entrelazada con el territorio. Esto, para mí, es regeneración del ser y el inter-ser. Hace poco (4 y 5 de septiembre), fue el 6to Foro internacional de agricultura orgánica y agroecología, en el que ya se exploran explícitamente ganadería regenerativa y el cambio en la mirada de residuos hacia recursos.
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En mayo vivimos la segunda edición del festival Actuar por lo vivo, en Medellín, y hace unas semanas terminó su versión en Francia. Este espacio de reflexión académica y vivencial alrededor de las relaciones humanas con los seres no humanos, hace un llamado a la transición en nuestro modelo de pensamiento utilitario hacia uno centrado en la vida. Para esa transición es clave hacerse preguntas: ¿Cómo la tierra y yo somos una? ¿Qué significa para mi soy porque somos? Yo, Marcela, SOY, porque hago parte de una red invisible de infinitas formas de vida (humanas y no humanas), que me sostienen.
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