Un “recorderis” para estos tiempos confusos: la comunicación pública debe ser veraz, pertinente, equitativa y permanente.
Un nuevo capítulo para el desconcierto que estamos viviendo en Medellín: el 27 de enero, en su cuenta de Twitter, el alcalde Daniel Quintero publicó una portada falsa del periódico El Colombiano, con una supuesta historia que no merece ser repetida.
En pocos minutos, le correspondió al periódico fijar en su cuenta oficial un texto de advertencia: “¡No difunda fake news como el alcalde @QuinteroCalle! En redes sociales circula una portada falsa de El Colombiano, la cual habría sido modificada para incluir información mentirosa sobre el mandatario”.
Desde que, en 2017, el Diccionario Oxford reconoció como “la palabra del año” la combinación fake news, el planeta entendió que Internet y las redes sociales habían introducido en el mundo un nuevo problema, y que la única manera de enfrentarlo era apelando a la responsabilidad individual. Millones de personas produciendo y difundiendo contenidos falsos requieren de millones de adultos responsables que tomen la decisión de frenar la viralización de esos mensajes. Romper la cadena de la infamia.
Adultos responsables… He ahí el problema. ¿Qué podemos esperar de un alcalde que no entiende ni respeta la dignidad de su cargo?
Cuando una persona ejerce el cargo más importante de la ciudad, por decisión de los votantes, cambia la categoría de ciudadano común a la de servidor público, con deberes consagrados en el artículo 123 de la Constitución Política. Todo lo que diga entra al escrutinio de los gobernados, y tiene consecuencias, para bien o para mal.
Es que estamos hablando de comunicación pública, que debe ser veraz, transparente, equitativa y permanente; un deber de los empleados del Estado, y un derecho de la ciudadanía. Se trata de un bien público, para la construcción de lo público.
Hace algunos años, el filósofo Bernardo Toro, con el apoyo de la Fundación Social, diseñó el “modelo macrointencional de la comunicación”, que se convirtió en una hoja de ruta para muchas entidades y organizaciones colombianas. A grandes rasgos, el modelo plantea que la comunicación pública no obedece ni debe obedecer a ningún propósito individual, sino a la construcción de ciudadanía y al fortalecimiento del tejido social.
En este orden de ideas, la comunicación pública se construye en tres planos: la información transparente; la pedagogía, para construir ciudadanía; y la movilización, es decir, la búsqueda de la participación para construir un proyecto colectivo de ciudad.
En la alcaldía actual, ni lo uno, ni lo otro, ni lo otro. ¿Qué podemos esperar, si es el mismo mandatario quien comparte fake news en sus redes sociales? Lo advirtió recientemente la presidenta ejecutiva de Proantioquia, Maria Bibiana Botero: “Difundir noticias falsas busca confundir a una ciudadanía que se debate entre qué es mentira y qué es verdad. Hoy decimos: ante la mentira, viralicemos la verdad”.