“En 1999, el doctor Daniel Siegel, de la Universidad de Harvard, especialista en neurobiología, recibió un email solicitándole que fuera al Vaticano para hablar con el Papa Juan Pablo Segundo. Inicialmente pensó que era una broma y lo borró pero se quedó pensando en algo que decía: el Papa quería saber por qué la “mirada de una madre” era tan determinante para el desarrollo de un bebé. Pocos días después, recibió la invitación oficial al Vaticano. El Dr. Siegel aceptó, pero pidió que se le dijera al Papa que la importante mirada de amor no sólo tenía que ser de la madre, sino que podría ser del padre o de cualquier otra persona a quien el bebé se pudiera apegar.
Antes de su viaje al Vaticano, el Dr. Siegel leyó la biografía del Papa. En ella el autor le preguntaba al Papa si recordaba a su madre, quien había muerto cuando todavía era un niño. Inicialmente el Papa dijo que no, pero después dijo que recordaba la manera en que lo miraba.” (Tomado de un artículo de Mary Sykes Wylie).
Los últimos avances en la ciencia han demostrado que las experiencias que tenemos moldean nuestro cerebro. En un curso avanzado de coaching en el que participé hace unos días, la reconocida coach Ann Betz, estudiosa de la neurociencia, nos explicaba que cada experiencia que vivimos hace que nuestras neuronas sean disparadas creando “caminos” en nuestro cerebro. Cuando aprendemos algo nuevo se crea un nuevo camino, pero cuando repetimos un comportamiento las neuronas viajan por el camino que previamente habían hecho. Así entre más repitamos un comportamiento las neuronas hacen que ese camino sea más profundo y más fácil de transitar. Esto es parecido a cuando uno camina por la grama: si pasas por un lugar una vez, dejas una pequeña marca, pero si pasas por el mismo lugar varias veces, la marca se hace cada vez más profunda.
Conocer la manera como funciona nuestro cerebro es importante porque nos permite entender cómo reaccionamos ante ciertas situaciones (recorriendo el camino existente). Pero, más importante aún, porque nos da la libertad para cambiar nuestro cerebro a través de nuestras experiencias. Por ejemplo, si sientes miedo al volar es porque tu cerebro está codificado para que avión represente miedo. Sin embargo, si empiezas a trabajar en no sentir miedo, por ejemplo a través de recopilar datos que muestren lo seguro que es volar, entonces comienzas a crear otro camino en tu cerebro en donde volar no representa miedo. Con la práctica las neuronas aprenderán a recorrer el nuevo camino.
La mirada de amor de un adulto hacia a un bebé marcará uno de los caminos más profundos en el cerebro de ese ser humano. El Dr. Siegel habla de que no existe un límite al amor que se le puede dar a un bebé. Y yo creo que esto se aplica a todos nosotros. Así que ámate y ama a los que te rodean y crea en ti y en ellos caminos de amor.
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Crea caminos de amor
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