Los modelos tradicionales de negocios, la mayoría de las veces, hablan de la importancia de lograr altos niveles de ingresos con una buena utilidad, generando un enfoque unidireccional que, obligatoriamente,invita a crear objetivos relacionados con el volumen de ventas y, por supuesto, garantizando que sean rentables.
Esto lleva a las compañías a tener dentro de su estrategia las ventas y utilidades como meta. La estrategia en sí no está mal, en realidad las empresas con esta característica funciona, crecen y se mantienen creando riqueza al aplicar esta metodología exitosamente, para la que también se generan estructuras jerárquicas donde el poder, el mando y muchos controles estrictos son ampliamente implementados con el fin de alcanzar los resultados presupuestados.
Las empresas utilizan diferentes metodologías para lograr cumplir las metas que se proponen, sin embargo, hay una que se aplica en empresas que practican con profunda creencia, muchísima persistencia y visceral coherencia, una cultura basada en el desarrollo de sus integrantes, lo que es un pre-requisito inevitable, como también, y de manera estratégica, en la generación de relaciones relevantes que trascienden en el tiempo con todo su entorno y de manera muy especial con sus clientes.
En consecuencia, las empresas que abrazan esta metodología, dentro de la ya conocida por muchos, cultura vida, logran resultados sorprendentes en términos de ventas y utilidades como consecuencia, generando para la empresa un crecimiento exponencial que no sólo crea riqueza para los inversionistas y dueños sino abundancia para todos los stakeholders, ya que en este modelo crece la empresa, sus integrantes y crecen también en el entorno sus clientes y proveedores. Al final, ese entorno crea en sí mismo un ecosistema motivado por la generación de abundancia.
En este método de la cultura vida las ventas y las utilidades pasan de ser una meta a ser una consecuencia, el objetivo mayor radica en la capacidad que tienen los integrantes en las áreas comerciales, al igual que en el resto de la compañía, de conectar con los propósitos de sus clientes, haciéndolos suyos y de esta forma lograr que la relación no sea de proveedor a cliente sino de socios en un propósito común.
Es importante entender que la mejor forma de crear relaciones relevantes que trascienden en el tiempo, solo sucede si comienza desde una cultura empresarial potente con integrantes que no solo estén comprometidos con la causa sino también con su propio desarrollo y que tengan, tanto ellos como sus líderes, total convencimiento y creencia de la importancia de actuar siempre desde sus fortalezas.
Invito a quienes comparten esta creencia en la importancia de crear en sus organizaciones y entornos una cultura sólida basada en el desarrollo de sus integrantes a que vinculen el concepto de las ventas y utilidades como consecuencia a través de una metodología que les permita conectar profundamente con sus clientes, creando relaciones relevantes y que juntos, con sus clientes, proveedores, integrantes y stakeholders, logren la magia de la abundancia en la que la riqueza es para todos y no solo para los inversionistas y empresarios.