Algunas Juntas de Acción Comunal de Envigado gestionan con éxito, otras parecen dormitar, y a todas las arropa igual crisis.
Prepararon el sepelio con toda la curia: avisos mortuorios regados por el barrio dos días antes, perifoneo la noche anterior invitando, grupo cultural acompañando, sirena de una entidad oficial gimiendo sin consuelo, séquito abundante y el resto de la comunidad -desde balcones y ventanales- curioseando el coche fúnebre.
No era para menos: despedían para siempre a la emblemática matrona doña Junta de Acción Comunal del barrio El Dorado.
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Sucedió en octubre de 2008, y fue el postrer recurso del que echaron mano Juan Guillermo Alzate y Juan Guillermo Araque, entre otros líderes, para sacudir la pronunciada indiferencia del resto de integrantes de esa organización, y de la comunidad en general. El problema es cultural, explica Araque: en estas organizaciones trabajan unos pocos y el resto exige desde su posición de espectador no comprometido.
“Nuestros papás iniciaron el movimiento comunal, aquí en el barrio; recuerdo que, de niño, con mis seis hermanos ayudábamos en la construcción de la escuela, del templo, de la cancha deportiva”.
Esta vez, con la argucia de “enterremos a la JAC porque se murió”, se obró el milagro: la doña resucitó de entre los muertos y volvió por sus fueros. Que fueron muchos, como que ella marcó el desarrollo de El Dorado.
Ahora se muestra remozada, con sangre nueva, liderazgos inéditos y otros méritos. Tal vez el más importante: alienta un comité juvenil, muy articulado a procesos de liderazgo social, según los principios comunales.
Este aglutina universitarios y profesionales que están impulsando la red juvenil sur y manejan proyectos sobre medio ambiente, deportes, seguridad, educación y cultura, según su coordinadora Manuela Orrego.
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Ahora muestran una organización sólida, al punto que la administración de Envigado le entrega el desarrollo de obras o ciclos de capacitación, por medio del mecanismo de participación ciudadana.
No piden socorro
En cambio, la JAC de El Socorro -sector del barrio El Salado- no tuvo entierro, pero sí dio vida a una sala de velación durante quince años, hasta 2010, cuando un cura poco amigo de funerales convirtió ese ámbito en cafetería. Ha impulsado la infraestructura básica que requiere una comunidad en su proceso de desarrollo: pavimentación de vías, acueducto, alcantarillado, colegio, templo y hasta una panadería, administrada por el comité empresarial, que en los últimos veinte años ha horneado las finanzas de esa organización, para ayudar a los miembros de la comunidad en diversas formas.
El relato lo hace su tesorero, Rodrigo Zapata, quien recuerda que quince años atrás amortajaron al último convite comunitario: suma de manos, herramientas y esfuerzos, como históricamente lo hicieron, esta vez para pavimentar vías y caminos, incluidos dos kilómetros del acceso a El Socorro. Los convites dieron paso a la figura de “contratación social”. Por estos días están remodelando ese pavimento, según nuevas normas, pero quedó comprobada la calidad del tenaz empeño comunitario.
La JAC beneficia a unos seis mil habitantes -1.100 viviendas-; su presidente es Camilo Jaramillo. “La gente participaba con convicción y ganas en los convites comunitarios. Ahora, para echar una plancha hay que pagar; antes había más integración”, dice Zapata, y señala otros síntomas del declive de la organización: “Se pasó de unos 135 afiliados entre los años 1990 – 2000, a 59 en la actualidad. No hay ni diez jóvenes, pero sí más mujeres que hombres”.
¡No se dejó enterrar!
Ni sepelio, ni sala de velación, pero a la mamá de todas las JAC de Envigado, su Asociación de Juntas, casi la entierran viva en 2005: perdió sede, dotación y prestigio, gracias a una gestión perversa de la dirigencia del momento. Años más tarde resultó embarcada en una deuda que superó los 34 millones de pesos, sin contar los 25 millones que llegó a adeudarle a la Dian, porque sus desentendidos dirigentes olvidaban y dejaban acumular las obligaciones tributarias.
Con el apoyo de todas las organizaciones asociadas (58 JAC activas de Envigado), y con la ejecución de contratos con la administración municipal, logró sanear las finanzas. El gestor del proceso de recuperación fue su actual presidente, Hernán Gómez Yepes. A punta de convenios solidarios y de acuerdos de voluntades lograron honrar la deuda, en unos tres años, desarrollando contratos de obra pública, organización de Juegos Comunales, orientación sobre normatividad comunal o capacitación para alguna jornada electoral, entre otras actividades. “Ahora no le debemos un peso a nadie”, saca pecho don Hernán.
Este líder reconoce los pecados actuales de la organización comunitaria: dirigentes entrados en años y “atrincherados” en el cargo, bajísima participación de la ciudadanía, apatía por falta de incentivos, pero también por pérdida de credibilidad, indolencia de los líderes para estudiar y actualizarse, pobre presencia joven en sus filas y poca gestión empresarial. A ello se suma, dice, una notoria desintegración; ya casi nadie es solidario, un principio de la filosofía comunal.
“El modelo asociativo viene en decaimiento desde hace unos diez años. Si las Juntas de Acción Comunal no se reinventan y hacen una reingeniería, desaparecen, desplazadas por las Juntas Administradoras Locales, figura que tiene más sentido político”, sostiene.
Insiste en la necesidad de trabajar en equipo: “Las JAC tienen que convertirse en empresas, no depender de bingos y de empanadas; que trabajen, que contraten y que muestren obras. Aquí la Asocomunal contrata y varios de los directivos trabajan en algunos proyectos, y se benefician, claro. Eso nos representa un ingreso, porque nadie vive de padrenuestros”, remata.
Más, para el rosario de pecados: las JAC están muy permeadas por los políticos, asegura, pero advierte que el actual equipo directivo de la Asocomunal mezcla las principales vertientes políticas, y que trabaja armónicamente. Reconoce que en tiempo de elecciones la dirigencia política local “fila” tras de sí a los presidentes de las acciones comunales. Cuenta que solo entre 2014 y 2015 la Asociación vio pasar cuatro presidentes, camino al Concejo local… La organización asumida como peldaño político.
Agrega que en los últimos años ha habido una relación fructífera con la administración municipal, y que diseñaron un plan de desarrollo comunal, obligación que pocas asocomunales cumplen.
Con una mirada más general, la líder comunitaria Sormérida Berrío explica que se han habilitado muchos escenarios, pero es baja la participación. Sostiene que “puede haber muchos líderes en esos espacios que no se empoderan, sino que se apoderan, y eso afecta la participación. Envigado se denomina ‘ciudad dormitorio’; además los ciudadanos no participan por muchas razones. Se observa una desconexión entre la ciudadanía y la administración local, aunque dicha participación es mejor en muchos frentes artísticos, culturales y deportivos”.
En su criterio, es mayor la participación de la mujer en los comités zonales y en las JAC. Pero en política está muy relegada: de 17 concejales, solo dos son mujeres.
“El municipio es muy patriarcal, está muy acentuado el machismo en el escenario político”, reitera.
A todas estas, alguna fuente sugirió tomar prestados del escudo comunal la pala y el pico para cavar otras sepulturas que ambienten nuevos entierros simbólicos de las muchas JAC que parecen esperar un choque eléctrico para revivir la pujanza que alguna vez encarnaron.