/ Carolina Zuleta
“No tengo suficiente tiempo”. “Todo está muy caro, el dinero ya no alcanza”. “Solo hay un puesto, pero es el que todo el mundo quiere”. Estos comentarios los había escuchado muchas veces en mi vida, hasta que poco a poco y sin yo darme cuenta, se habían apoderado de mí y empecé a creer que eran una realidad. Este tipo de ideas hacen parte de lo que conocemos como mentalidad de escasez, una serie de creencias que nos dicen que no hay suficiente.
El autor Stephen R. Covey, en su libro Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, dice lo siguiente acerca de las personas que tienen mentalidad de escasez: “Ven la vida como si sólo hubiera un pastel y si alguien consigue un trozo de ese pastel, necesariamente otros se quedarán con menos. Las personas con mentalidad de escasez se sienten mal si tienen que compartir reconocimiento y mérito, poder o beneficios, incluso aunque sea con quienes les ayuden en la producción. También se sienten mal ante los éxitos de otras personas, incluso, y especialmente cuando se trata de miembros de su propia familia o de amigos íntimos, asociados o compañeros. Cuando alguien recibe un reconocimiento especial, una ganancia inesperada, tiene un éxito notable o alcanza una meta, casi les parece que se lo han arrebatado a ellas”.
Lo opuesto a la mentalidad de escasez, es la mentalidad de abundancia. Acerca de esta mentalidad Covey dice: “Surge de una profunda sensación interior de valía y seguridad personales. Se trata del paradigma de que en el mundo hay lo bastante como para que nadie se quede sin lo suyo. El resultado es que se comparten el prestigio, el reconocimiento, las utilidades, la toma de decisiones. Se generan posibilidades, opciones, alternativas y creatividad”.
Vivimos en un mundo que está obsesionado por competir. ¿Quién es el más rico? ¿Quién es el más famoso? Esta creencia que solo uno puede ganar, nos lleva a que constantemente nos compararemos con otros y nos roba de la maravilla de nuestra individualidad. Si bien hay competencias donde solo gana uno (los premios Oscar), debemos recordar que este tipo de competencias fueron creadas por nosotros mismos. Nosotros pusimos las reglas de tal manera que solo ganara uno. Sin embargo, eso no significa que el que gana es el único talentoso. Por ejemplo, esta semana el Óscar a mejor compositor de música para películas se lo ganó Ennio Morricone, pero eso no significa que el otro nominado, el gran maestro John Williams sea menos talentoso. Williams es el creador de la música de Indiana Jones, Jurassic Park, La Guerra de las Galaxias y muchas más obras maestras.
Cuando vemos la vida a través del lente de la creación, en vez del de la competencia, nos damos cuenta de que hay una infinidad de posibilidades y hay espacio para que todos seamos ganadores. Yo creo que cada uno de nosotros tiene regalos y talentos únicos que compartir con el mundo, y que si nosotros no los compartimos nadie más podrá hacerlo. La creatividad y la imaginación son únicas e infinitas.
Por lo menos yo elijo vivir en un mundo donde valoro la creatividad más que la competencia. Donde abro un espacio para admirar y deleitarme tanto con la música de Morricone como la de Williams, con el arte de Picasso y con el Degas, y con el sinnúmero de historias fascinantes que existen detrás de cada sonrisa. Y por lo tanto trato de vivir con consciencia de compartir mis victorias y celebrar los éxitos de los demás, porque elijo creer que vivimos en un universo de abundancia.
¿Y tú? ¿En qué mundo eliges vivir?
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