Si se pudiera hallar una forma para que cada persona conozca cuánta energía ha gastado, cuántas emisiones ha generado o cuántos residuos ha enviado a los rellenos sanitarios, ¿cambiarían los comportamientos de consumo?
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El cuidado del medio ambiente va más allá de desarrollos tecnológicos, como la conversión de vehículos que funcionan con gasolina a vehículos eléctricos o la implementación de paneles solares u otros avances en máquinas o equipos. Los problemas ambientales se deben, en gran medida, a las decisiones humanas y a los hábitos de consumo; es por esto, que el cambio climático es una problemática relevante para abordar desde las Ciencias del Comportamiento.
Estas decisiones humanas y hábitos que impactan el medio ambiente están influenciados por los sesgos, esos atajos mentales que existen para ahorrar energía al cerebro. Como el sesgo de confirmación, el cual se refiere a la tendencia de buscar y favorecer la información que confirme creencias preexistentes, o el sesgo de status quo, que es la preferencia por mantener las cosas como están, lo que puede dificultar la adopción de nuevas prácticas o el sesgo de presente, en el que se da más valor al aquí y el ahora, y un bajo valor al futuro.
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Sin embargo, las Ciencias del Comportamiento han demostrado que podemos sacar provecho de los sesgos cognitivos y usarlos a favor del cuidado del medio ambiente. Así como el sesgo de presente subestima el futuro, también hace que las personas prefieran las recompensas que llegan antes, o las conocidas gratificaciones inmediatas. Bajo este principio, un caso de uso en el que se ve reflejado esto, es en las máquinas para llenar termos con agua, que están ubicadas en lugares como universidades o centros comerciales, y que tienen un contador que va indicando en tiempo real cuántas botellas de plástico de un sólo uso se están evitando.
Otro caso positivo está relacionado con el sesgo de deseabilidad social, el cual ocurre cuando las personas modifican sus comportamientos para alinearse con lo que consideran que es socialmente aceptable o deseable por otros. Un ejemplo de uso se observa en las facturas de algunas compañías de servicios públicos que han comenzado a incluir un gráfico que muestra el consumo de energía comparado con el de sus vecinos. Este enfoque crea una presión social que motiva a las personas a reducir su consumo de energía.
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Sin embargo, el cambio de comportamiento también puede empezar en cada persona sin esperar a que un ente externo implemente políticas o soluciones. Es posible auto-diseñar e implementar pequeños empujones en la vida cotidiana para aportar a un desafío que nos impacta y corresponde como sociedad.
Algunas ideas proambientales de empujones que aprovechan el constante ahorro energético de nuestro cerebro:
- Siempre llevar una bolsa de tela o reutilizable en el bolso o mochila para evitar las de plástico de un solo uso cuando se compran cosas. Si esta bolsa tiene diseños atractivos, incrementará la probabilidad de adopción.
- Programar un recordatorio que se active a la hora habitual de salida al colegio, universidad o el trabajo que recuerde empacar un termo para el agua. Así se evita comprar botellas de plástico de un solo uso.
- Adherir un hobbie a una práctica sostenible, como por ejemplo, escuchar un podcast mientras se camina hacia el trabajo. Elegir un día de la semana para usar un medio de transporte alternativo es un inicio para cambiar los hábitos de movilidad e incorporar pequeñas gratificaciones como el caso del podcast o una lista de música, puede ser un buen empujón.
- Asignar diferentes recipientes para el reciclaje en la casa, marcados y con un diseño personalizado y atractivo. Las personas se afilian con mayor facilidad a aquellas cosas que representan su propia personalidad. Además, si el diseño es realizado por la misma persona incrementa la probabilidad de uso, esto se debe a un sesgo llamado Ikea, el cual se refiere a la tendencia de las personas a valorar más aquellos productos que han ayudado a crear o ensamblar.
¿Podrían reducirse los gases de efecto invernadero con pequeños empujones y una mejor arquitectura de las decisiones? La respuesta es sí. La ciencia lo ha demostrado. Cada persona puede convertirse en un arquitecto de sus propias decisiones y contribuir a un mejor vivir para sí mismo y para los demás.