Sea cafetero en la distancia

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Colombia Coffee Tree es un emprendimiento que le permite cuidar un árbol de café durante un año.

Cuando Carlos Mario Gallego conoció la cultura del vino en Italia, se enamoró más del café de Colombia. “Me impactó ver cómo los italianos tienen en sus casas sus propias vides para hacer su vino”, recuerda. Y se le ocurrió que los colombianos también podrían tener su propio árbol de café para que el tinto de la mañana fuera cuidado por uno mismo.

Esa fue la primera vez que pensó en Colombia Coffee Tree, un emprendimiento que hoy cumple un año y que ya sobrevivió uno de los momentos más duros en la economía de los últimos tiempos: la pandemia de COVID-19.

Carlos Mario compara los paisajes de la Toscana italiana con los de la zona cafetera colombiana y no porque sean similares, sino por la carga simbólica y cultural que representan. “El paisaje es esencial para entender esta cultura”. Entonces, para compartir esa historia, esos valores, ese sentimiento que hay detrás de un grano, aparece la marca. “Nada se iguala a la emoción de producir café”, dice este hombre que lleva vinculado con esta industria gran parte de su vida.

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El café

Entre Versalles y Santa Bárbara está Portugal, una finca en la que los cafetos tienen nombre propio. Tucker, Layla, Alegría, María, Miguel son la muestra de que alguien ya hizo su adopción. “Estas personas reciben información en tiempo real sobre el árbol escogido”, explica Gallego. De hecho, gracias a la geocalización, pueden ingresar las coordenadas del cafeto y ver el lugar en el que se encuentra en Google Maps.

Cada hito es comunicado y, al terminar el año, cada quien recibe una bolsa de café producido por el árbol que ha adoptado. “Es algo que llamamos monolote, es la exclusividad de tomar café de un solo cafeto”.

Apoyar

Al adoptar un árbol, se hace una labor mucho más amplia. Se apoyan alrededor de 35 familias que trabajan en Portugal, se hace un aporte para la conservación de la cultura cafetera y del paisaje de la zona. Es una apuesta por la sostenibilidad y por la conservación de métodos de producción artesanales. Es, además, la oportunidad de ser caficultor, así sea en la distancia. “Y si quiere venir a ver su árbol, siempre será bienvenido”, concluye Carlos Mario.

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