¿Colaborador?

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“El lenguaje no solo refleja la realidad, también la crea”,

Deborah Tannen.

Osaré usar los siguientes caracteres en un engorroso intento de responder esta pregunta que ronda mi cabeza desde la primera vez que escuché el término colaborador, pues van ya 10 años sin concluir una única respuesta. 

Era el 2014, en un ejercicio de planeación, quien lideraba cerró su intervención agregando: “En nuestra compañía los colaboradores son el eje”. Tuvo que explicar que usaba la palabra colaborador para referirse a los trabajadores o empleados y nos pidió en adelante adjuntarnos a ella.  En ese instante celebré que la semántica hiciera un poco más de justicia al valor que tienen las personas que hacen parte de una compañía pues comulgo con la conocida declaración de Richard Branson “Los clientes no son lo primero, lo primero son los empleados. Si cuidas de ellos, ellos cuidan del cliente”…  ¿Empleados?

Es mejor colaborador. Lo cierto es que nunca lo usé. Me sonaba a un progreso mediocre, soso e insuficiente. Para mi sorpresa investigando su etimología y usos, encontré que existe un mar de detractores en el que mis argumentos de rechazo y yo somos unos mansos nadadores comparados con los afilados oponentes. Mayormente abogados que advierten sobre lo incorrecto de su uso y lo delicado de sus implicaciones legales, incluso lo catalogan como un eufemismo en detrimento de los derechos del trabajador. Nos devolvimos… ¿Trabajador?

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Vamos a ver. En el marco laboral, “empleado” describe una relación jerárquica en la que un superior dicta órdenes y un subordinado las ejecuta por un salario. Del término subordinado ni hablemos. Volvamos a “colaborador”, busca reflejar la dinámica de equipo, sin relación de subordinación o dependencia. Funciona…pero no del todo.  Y no porque como señalan sus antagonistas existe una contradicción fundamental en su uso indistinto al no poder ser “colaborador” y “subordinado” al tiempo o porque no figura en el  código de trabajo reduciéndose a una exagerada o complaciente metáfora engañosa, sino en mi opinión por todo  lo contrario. No parece representar a esos imprescindibles actores de la película, obreros del cultivo, pilotos de avión o periodistas de este periódico, sino más a quien como yo esporádicamente escribe un texto y colabora en su contenido.

Ahora, me enseñaron que para que la crítica sea constructiva debe proponer soluciones, y reconociendo que mi búsqueda del término preciso ha sido estéril, lo atribuyo a  que tal vez no sea solo uno, no es el mío, ni el de aquel gran líder, sino más importante aún al que cada empresa le da vida con sus actos coherentes, cultura y filosofía. 

Igual quiero atreverme a lanzar algunas ideas. ¿Qué tal protagonistas? Habla más de ese sujeto que hace posible todos los verbos y predicados y no de unos séquitos asistentes que entran y salen colaborando en lo que puedan. No pretendo ahora que exista el código o el ministerio del protagonista, lo que busco es que seamos más conscientes del uso de las  palabras, que las usemos para elevar la narrativa. Aclaro que lo hago al margen de quienes se aprovechan de ellas para disfrazar maltratos con malabares semánticos y cortinas de humo lingüísticas, esos ni de trabajadores, ni colaboradores ni empleados  son dignos. 

Podríamos nombrarlos también fundadores, jugadores o algo  más personalizado  como Comfama a los suyos, comfamos o idealistas. Pareciera todo esto sonar inocente o romántico, pero soy una convencida no sólo de que el lenguaje tiene el poder de crear y moldear realidades, sino de que el buen trato, además de ser un imperativo ético, es rentable. Un estudio de Gallup demuestra que las empresas con empleados (evidentemente en el ámbito formal sigue ganando el término “empleados”) altamente comprometidos experimentan un aumento del 21 % en la rentabilidad evidenciando la relación directa entre reconocimiento, valoración y éxito empresarial. 

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¿Por qué no entonces si como dice el sociólogo Manuel Castells: “En la era de la información, el poder reside en la capacidad de controlar la narrativa”, desafiamos esos términos automáticos y a través de la palabra elevamos a quienes  conforman una compañía reconociendo y motivando su indispensable actuación con el lenguaje que usamos en el día a día?

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