Si lo que está prohibido en los códigos de Policía y de Tránsito también es permitido, se abren paso el caos, la discriminación y el soborno. Con reglas así, el ciudadano se extravía en su propio territorio.
Desde el primero de enero hasta el 21 de marzo los guardas de tránsito reportaron en Medellín 9.216 comparendos por mal estacionamiento. En estos mismos tiempos, agentes de la Policía multaron en Bogotá al ciudadano Jesús Espicasa por invadir un andén.
Cada infracción de los conductores equivale a 404.000 pesos, mientras Espicasa, que no vendía comestibles ni los compraba, sino que creaba poemas en una máquina de escribir, fue cargado con 833.000 pesos: la multa más alta del Código de Policía.
No parquearás en sitio indebido y no invadirás el espacio público, ya son mandamientos clásicos de la vida en ciudades, que bien procuran orden y aprovechamiento en condiciones de igualdad de vías, senderos, parques, antejardines. De otro modo, la estrechez que hoy experimentamos tendría condiciones de ley de la selva.
Pero, coherencia, por favor. Si está prohibido, que debe estarlo, el mal estacionamiento, ¿por qué la vía arteria de la 43A en la gruta de la Rosa Mística, en La Aguacatala, se usa como parqueadero? ¿Por asuntos vinculados con la fe? Pero fe no es lo que se mueve en la 43F, al occidente de Movicentro, y también es natural encontrar la arteria reducida a un carril para exhibición y venta de vehículos. Y el comercio no es lo que rompe las reglas en la calle 12 de Manila, sino tres taxis abandonados en esquina y sin pagar parquímetro. “Vehículo incautado”, se lee como excusa de parte de la Policía.
Si está prohibido, que debe estarlo, el mal estacionamiento, ¿por qué en la 43F, al occidente de Movicentro, es natural encontrar la arteria reducida a un carril para exhibición y venta de vehículos.
Santa María de los Ángeles también entrará a jugar en el terreno de las incoherencias, cuando se rompa la regla que indica que un barrio tendrá parquímetros solo si ofrece servicio alternativo de parqueadero público cercano. No lo hay, salvo espacios privados.
En la misma situación se enmarca la aplicación del Código de Policía y las movidas en el espacio público. Espicasa no podía instalarse con su máquina de poemas en el andén y por faltas idénticas, hasta febrero, la autoridad tramitó 90.027 multas en el país.
Pero, si está prohibido, ¿cómo cabe en Medellín el decreto de aprovechamiento económico del espacio público, firmado por el alcalde de Medellín en 2015 y que permite la explotación particular con bares, mobiliario y consumos?
Los valores que se esperan como expresión de la autoridad de cara a sus ciudadanos son honestidad, respeto, compromiso, diligencia, además justicia: que se garanticen los derechos con equidad e igualdad. Sin un escenario de coherencia, el ciudadano se extravía en su propio territorio, se confunde en su contacto con la autoridad y, si lo que está prohibido también es permitido, se abren paso el caos, la discriminación y el soborno.
Coherencia, por favor.
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