La Paz y su salvador, un club de fútbol

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Para quitarle afición al narcotráfico, vecinos del barrio La Paz -en Envigado- fundaron hace setenta años un club de fútbol que aglutinó familias, y que pretende forjar niños deportistas con valores humanos. 

Un puñado de padres de familia custodia a niños de entre cinco y diez años, que van ataviados con guayos, pantalonetas y camisetas. Los chicos se disponen a cumplir su indeclinable cita con el balón y con el entrenador y con sus sueños intactos de futbolistas estelares.

Sin tumultos, pero con aspavientos de gorriones, ingresan al engramado plástico los pretendidos clones de James, de Cristiano Ronaldo, de los falcaos, los messis, los mbappes y demás consagrados.

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Entre estos niños, Jacobo Montoya Fernández, de seis años. El mismo que decreta ruidoso llanto si una tarde le resulta imposible llegar a la cancha. El que quiere agarrar a puntapiés la bola, llueva o truene. El que nos dice que es muy chévere jugar, pero que le vuelan la piedra si lo empujan. El certero anunciante de que será como Lukaku (Romelu Lukaku, un belga delantero en el Chelsea F.C.). ¡Vea usted! El mismo que cuestiona a Margarita al final de la clase, cuando la descubre pegada al portátil: “Mamá me viste entrenar o trabajaste todo el día”.

Están en la cancha del Club Atlético San Lorenzo de La Paz de Envigado. Club que debió celebrar su cincuentenario en 2020, si el antideportivo COVID no se hubiese atravesado para golearlo. Bautizado así, en 1970, cuando ese conjunto -en perspectiva histórica- era lo que hoy representan el Barcelona, el Manchester, el Real Madrid: ¡era el equipo de César Luis Menotti!

¿Club o clan?

Más que un club de fútbol parece un clan familiar: Luis Fernando Londoño -padre- fue durante doce años presidente. Juan Fernando, el hijo odontólogo, es el actual gerente deportivo. Mauricio, el otro hijo abogado, preside la junta directiva. La mamá -doña Cecilia- fue secretaria durante quince años. Antes, madrina del San Lorenzo, y en esas lides se enamoró tanto del fútbol como de don Luis. 

Don Luis Fernando Londoño ha sido portero, director técnico, árbitro, y hasta comisionado y veedor arbitral del Envigado Fútbol Club.
Don Luis Fernando Londoño ha sido portero, director técnico, árbitro, y hasta comisionado y veedor arbitral del Envigado Fútbol Club.

Pero más allá, muchos de los niños y adolescentes que hoy se preparan en este escenario son hijos o nietos de antiguos alumnos. Don Alfredo Fernández fue uno de los fundadores, y directivo de toda la vida. Su hija no se pierde actividad del Club, es máster en nutrición; es más, fue nutricionista del Atlético Nacional. A su vez el nieto de don Alfredo e hijo de Margarita, Jacobo, es un “Lukaku” paisa, en potencia. 

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El ámbito familiar va todavía más allá, si cabe. Porque hubo años aciagos, cuando “los señores” del narcotráfico paisa, que crecieron -casi todos- en La Paz, y que hicieron de ese vocablo su antítesis, engatusaban a los jóvenes con la facilidad del dinero y lo que significaba: moto de alto cilindraje, carro vistoso, novia bonita ojalá de El Poblado, viajes… y no retorno. Porque se perdieron miles de vidas jóvenes en este turbión de muerte, según rememora don Alfredo. Por esa razón, en ese momento y con un puñado de líderes del barrio se propusieron, mediante el fútbol, arrebatarle “vendedores” a los mercaderes que sabemos. ¡Y en parte lo lograron! 

Jacobo Montoya, de seis años, no vacila al asegurar que será como Romelu Lukaku, el belga delantero en el Chelsea F.C.
Jacobo Montoya, de seis años, no vacila al asegurar que será como Romelu Lukaku, el belga delantero en el Chelsea F.C.

Alfredo Fernández se duele de que, al revisar antiguas fotos de los equipos de “nuestros muchachos”, encuentre muchas ausencias: los que cayeron al abismo, empujados por “ese señor”, asegura. 

En palabras de Juan, el gerente deportivo: “Hay niños que llegan de seis años, y se van a los dieciocho. Es que las familias son muy comprometidas con el club, agarran como ese sentimiento de pertenencia, se ven identificados con los proyectos y filosofía de la institución, y se quedan”. La edad mínima para ingresar es de cinco años, pero no faltan las excepciones, como que Jacobo “Lukaku” Montoya se metió a la cancha desde los dos años… Nieto de fundador, hijo de dirigente deportiva, tiene derecho a privilegios… 

La parvada de aprendices de falcaos y compañía entrenan dos días a la semana. Cada uno paga setenta mil por matrícula y una mensualidad de ciento quince mil pesos. La mayoría proviene de Envigado. Juan Fernando sostiene que “es un orgullo grande ver a los exsanlorencistas llegar aquí con sus hijos nuevamente, eso nos infla la camiseta y podemos sacar pecho, y decir que estamos haciendo las cosas bien”.

Pataditas preparto

En sus comienzos, los hermanos Londoño no la tuvieron fácil: la dura competencia la empezaron a “sufrir” desde el mismo momento del parto. Rememora el viejo don Luis: “Yo estaba jugando una final del torneo intermunicipal, en el Cincuentenario contra Turbo, con la Selección Envigado, en enero de 1984. Ahí jugaban Carlos Castro, Giovanis Cassiani, Trellez… y mi mujer estaba en la clínica León XIII, pariendo a Juan Fernando. Ella en el parto, conectada a la narración radial de Jorge Eliecer Campuzano; y ese día salimos campeones, con los trofeos, en los buses por todo Envigado, y ella llegando con el bebé: ¡Fue mi doble triunfo!  Al año siguiente nació Mauricio, y también nos cogió en la final entre Rionegro y la Selección Juvenil de Envigado, en el Atanasio Girardot”.  

Don Luis Fernando Londoño ha sido portero, director técnico, árbitro, y hasta comisionado y veedor arbitral del Envigado Fútbol Club, cuando subió a la categoría primera A en 1991 (se alejó de ese equipo luego de que uno de sus dirigentes resultara víctima de un atentado; entonces entendió que estaba en el lugar equivocado…). En el San Lorenzo ha ocupado todos los cargos directivos. Solo le faltaba atender la cafetería de la institución, y en esas anda ahora…

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Cuenta que, como buen militar retirado, era “muy tirano” como técnico. No perdonaba un minuto de retraso. Obligaba a sus alumnos a trotar en un pantanero, bien entrada la noche. Con razón Juan Fernando -su hijo- afirma que: “Yo estuve aquí metido desde los cinco años, aquí comía tierra de la buena, con Mauricio, siempre detrás de mi papá, de cancha en cancha”. 

Tarde de entrenamiento del semillero de formación. También han desarrollado equipos de competencia que representan al club en diversos torneos.
Tarde de entrenamiento del semillero de formación. También han desarrollado equipos de competencia que representan al club en diversos torneos.

El Club es una entidad deportiva sin ánimo de lucro; sus ingresos provienen de las matrículas y el pago de mensualidades de los alumnos de la escuela de formación. Durante muchos años subsistió de la venta de boletas para rifas: empezaron con garrafas de aguardiente y terminaron sorteando apartamentos. Así se financiaron durante más de treinta años, situación hace rato superada. No recibe apoyos públicos ni privados. La alcaldía de Envigado entregó el escenario en comodato, pero la entidad corre con todos sus gastos. El gramado sintético y, en general la última reforma, fueron los regalos de la administración municipal, con ocasión de su reciente cincuentenario.

El gerente deportivo explica que “yo creo que el deporte ayuda a generar muchos valores en los niños, como la honestidad; con el fútbol aprenden a manejar también esa caballerosidad que se necesita al asumir una derrota o una victoria”. 

A los alumnos les inculcan valores como el respeto, la convivencia, la disciplina. Agrega que es complejo manejar la frustración cuando no logran resultados, pero el fútbol les ayuda a superarla.

“Para un papá su hijo es el Messi o el Cristiano Ronaldo; nosotros le presentamos el proyecto, la metodología y de su mano avanzamos en el proceso”. Agrega que el club ha sido cantera de figuras como Santiago Tréllez, Gustavo Adolfo Bolívar, Samuel Cárdenas o Edison Aguilar, quien ya tiene a su hijo en el semillero de fútbol del San Lorenzo. 

En síntesis, la escuela de fútbol aglutinó a los jóvenes del barrio, aunque muchos “se contaminaron y se perdieron”, en opinión de los fundadores. “Pero con uno que salvemos se habrá justificado el esfuerzo”, sentencia don Alfredo Fernández. Y remata: “Muchos se salvaron y tienen a sus hijos o nietos en la escuela. Si no lo hacíamos esto habría sido una hecatombe”.

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