/ José Gabriel Baena
Por un par de artículos de “La Nación” de Buenos Aires me enteré de la existencia y dichos del llamado “gurú de la cultura colaborativa y la nueva agenda para las ciudades”, el catalán Tony Puig, especialista en gestión cultural y marketing urbano, impulsor del concepto “marca ciudad” que contribuyó a la promoción internacional de Barcelona. En la capital argentina dictó hace poco un extenso seminario sobre estos asuntos, dirigido a funcionarios (o sea empleados públicos) y a un puñado de civiles.
No sé si Puig habrá estado en Medellín pero su “nueva agenda para las ciudades” parece que se ha estado aplicando aquí, con cualidades y defectos, según el resumen que de la doctrina “colaborativa” hace la periodista Verónica Chiaravalli. Esto en cuanto a puntos precisos que voy a transferir para nuestra urbe, como la denuncia popular de la corrupción política, la desigualdad de clases, las agresiones a los derechos humanos, la venta de espacios públicos para beneficio privado. “Nosotros, la gente de la cultura, no hemos denunciado nada de todo esto, no hemos estado a la altura. El equipo para la cultura que no se comprometa y no asuma un reto cívico como propio no sirve”. Punto a favor: Movilizarse y encarar acciones conjuntas: Un trimestre al año los centros culturales de Medellín deberían ponerse de acuerdo para moverse sobre una temática que les importe en la ciudad: “Todo espacio para la cultura que no colabore con otro es una secta narcisista e inútil”. Proponer conocimiento: “La gente tiene que saber que en un centro cultural debe esforzarse. Todo lo fácil conduce a la pasividad. Hay que pensar. Si no salgo con una idea nueva de un centro cultural, he perdido el tiempo. Pero que algo te haga pensar no significa que sea aburrido”. Tener visiones de futuro: “Más opciones improbables y menos repetición de aquellas programaciones con las que nos ha ido bien. Dar lugar a los nuevos autores”.
Y, ¿qué debería pasar en Medellín para transformar las cosas positivamente? La respuesta es abierta: combinar en forma equilibrada lo “antiguo y frágil” con lo “nuevo y antifrágil”. Lo antiguo y frágil: grandes teatros y museos. Gestión buena, programación excelente. Lo nuevo y antifrágil, formas más flexibles y experimentales de creación cultural, que hay que promover y desarrollar. También cultivar “lo improbable y lo inapropiado”. “Las ciudades cambian, y emocionan, cuando empiezan a usar espacios inapropiados. No construyan más: recuperen grandes estructuras vacías, espacios en desuso y háganlo bien”. Para hacer todo esto se necesita una gran cantidad de presupuesto, semejante o mayor al que se destina a la salud y la educación, pero atención, recalca Puig, a la diversión, al entretenimiento de una noche tipo Beyoncé los gobiernos locales no deben darles ni un peso. “El que quiera divertirse, pues que se compre un mico y lo vista… debemos hacer ciudades contra la vida estúpida”. Medellín ha hecho grandes proyectos que apuntan a todo esto, pero todavía nos falta y sobra.
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