La preocupación por la campaña presidencial nos distrajo de nuestros otros problemas como medellinenses. La ciudad al garete.
Durante los últimos meses estuvimos muy concentrados en seguir los detalles de la campaña presidencial. Mantuvimos una constante preocupación por la difícil coyuntura, esperando que apareciera el líder con el carácter, la preparación, la trayectoria, la ideología y -aquí fue donde nos quedamos- el caudal de votantes necesario para vencer a la izquierda.
No apareció. No se logró. Y aquí estamos en los primeros días de un gobierno izquierdista, inédito en Colombia. Esperando que Petro pueda controlar ciertos instintos (y peor aún, los de sus aliados) y que se abstenga de tratar de cumplir la mayoría de sus promesas. De acuerdo, poco probable.
En fin, tan concentrados estábamos en la suerte del país, que nos olvidamos de Medellín. De nuestros asuntos locales, de nuestra vida diaria.
Pero no solo nos ocurrió a nosotros, también al alcalde actual. A pesar de que oficialmente regresó de su suspensión -por hacer campaña, claro- Daniel ha estado distraído, desenfocado, yendo y viniendo. En esa búsqueda incesante de figuración y pantalla a nivel nacional. En ese afán de ser percibido como cercano y aliado del nuevo gobierno, como un sucesor inminente, inevitable…
Entre tanto, por aquí los huecos se multiplican. Si bien es cierto que los 3 o 4 enormes socavones generados por el extenso e intenso invierno han sido prontamente atendidos, la malla vial en su conjunto acusa un deterioro que no veíamos hace tiempo: huecos por todos lados.
En El Poblado, por fuera de la ampliación de la avenida 34 que forma parte del proyecto de Valorización y que lleva más de 10 años de ejecución, no se ven cuadrillas de trabajo. El mantenimiento indispensable, mínimo, de vías y aceras, ¿hasta cuándo se seguirá aplazando?
¿Y qué pasó con el control de emisiones vehiculares tóxicas? Esta campaña, que hace dos alcaldías parecía iniciar sólidamente, está tristemente abandonada. La limpieza del aire claramente no figura dentro de las prioridades de esta administración. Medellín, como ciudad rodeada de montañas, debería ser justamente la menos tolerante con los vehículos-chimenea. Pero no se ve liderazgo, sino indiferencia.
Quedan aún 20 meses de esta administración. 20 meses en los que este alcalde podría guardar un -hasta ahora no conocido- bajo perfil, podría enfocarse en los asuntos locales pero vitales para sus ciudadanos y podría dar un respiro a su ánimo pendenciero.
Y después, si eso quiere, que recorra el país proclamando las supuestas maravillas de su administración y así quedar bien ubicado en la fila de sucesores.
Aunque, pensándolo mejor, y a juzgar por las salidas en falso de todos los días del nuevo gobierno, es más probable que en 2026 los políticos querrán estar lo más lejos posible de Petro.
Asumiendo que sí entregue, claro.