Círculo de oro
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En contra de una concepción tradicional del arte que rodeaba la obra de un aura de significados metafísicos e inmateriales, un trabajo de este tipo busca, sobre todo, entrar a formar parte del espacio público
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Por Carlos Arturo Fernández U.
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A lo largo de la historia, la escultura cumplió funciones casi siempre celebrativas, relacionadas con el ejercicio del poder o con procesos ideológicos determinantes en la vida de los pueblos; en ese sentido, interesaba sobre todo como “monumento público” que hacía patentes esos procesos, antes que por los valores particulares de una obra de arte. Pero esa situación cambió radicalmente desde finales del siglo 19, quizá, entre otras cosas, a raíz de transformaciones sociales que iban más allá de los puros terrenos del arte.
Una manifestación clara de esos cambios se presenta en el abandono del pedestal, sobre el cual se ubica la estatua tradicional que resulta así separada de la vida cotidiana y, al menos simbólicamente, ubicada en un espacio trascendental. Todo lo contrario al uso del pedestal puede encontrarse, por ejemplo, en la obra “Círculo de oro”, de Clemencia Echeverri Mejía (Salamina, 1950), en el Edificio Formacol – Torre Plaza, abajo de la Avenida El Poblado. En efecto, los artistas contemporáneos buscan una implicación directa en la trama de lo real y, por eso, casi siempre se alejan de los espacios y esquemas consagrados paor la tradición, o hacen uso de ellos de manera irónica, o, como en este caso, se apropian directamente del suelo y del espacio público. “Círculo de oro”, de 1990, es una amplia construcción, de 15 metros de diámetro, dividida en dos mitades, una en bronce y la otra en piedra, que rodea uno de los árboles principales dentro del parque peatonal creado por el edificio y contribuye a reforzar las preocupaciones urbanas y ecológicas del programa arquitectónico. En contra de una concepción tradicional del arte que rodeaba la obra de un aura de significados metafísicos e inmateriales, un trabajo de este tipo busca, sobre todo, entrar a formar parte del espacio público y contribuir a cualificarlo desde una perspectiva sensorial e intuitiva, pero sin que ello signifique olvidar las cargas simbólicas de las producciones humanas. Así, en un proyecto como el de este edificio, la escultura crea una especie de protección alrededor del árbol, pero, sobre todo, genera un espacio de tranquilidad y una suerte de silencio interior para su contemplación y respeto. En el fondo, en medio del crecimiento urbano, Clemencia Echeverri nos invita a encontrarnos y reunirnos alrededor de la atención y cuidado de los elementos naturales. *** |
Círculo de oro
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