En estos días decía en mi cuenta de Instagram que creer en la vieja frase que dice que “el mejor vino del mundo es el que a uno más le guste” es limitante y un tanto egocéntrico, y que tenerla como manual de consumo puede privarnos de descubrir un montón de botellas buenas que están listas para dejarse descubrir. Como se trata de gastronomía, abrirse camino con el sacacorchos más allá de la zona de confort es una experiencia que vale mucho la pena.
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Si fuera por ese manual de consumo nos quedaríamos tomando malbec toda la vida. O cabernet sauvignon. ¿Para siempre? Porque el malbec está rebueno, si proviene de Argentina será el mejor y puesto en una tanda de parrilla dará un gran juego, pero es una sola expresión del versátil, diverso y encantador mundo del vino.
¿Qué elegir entonces? Plantarse ante la góndola de una tienda puede ser abrumador. Entre precios, orígenes, años de cosecha; tranquilos o espumantes; blancos, verdes, rosados o tintos; secos o dulces; más todas las marcas y diseños de etiquetas a la vista, es posible embolatarse y, como vía de escape, en efecto la salida en paz sea aferrarse a la muletilla y terminar llevándose el mismo vino de siempre.
Para salir bien librado de esta fuga exploratoria de la zona de seguridad, hay que dejar de creer que “entre más caro, será mejor”. Nada qué ver: en el rango de 45.000 a 80.000 pesos empieza lo bueno… contando con tremendas excepciones que rondan los 30.000, que hay que explorar, sin la muletilla. Y dos últimas: tampoco hay que creer eso de “entre más añejo, mejor” porque no todos añejan; al contrario, se pasan, se mueren, ni hacerles más la guerra a las botellas de tapa rosca.
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Una buena guía de qué debemos probar en lo que queda del mes, justo la trazan las celebraciones de noviembre, para ponerse a tono con tendencias mundiales. La primera fecha ya pasó, pero no los estoy mandando a leer un periódico de ayer ¡Son vinos! Fue el jueves 7: Día internacional del Merlot. Y hay más: hoy 14 es el Día Internacional del Tempranillo; el miércoles 20, Estados Unidos festeja el Día Nacional del Zinfandel y sé que nos les podemos pegar; el jueves 21 es el día para el Beaujolais Nouveau y cerramos fiestas el domingo 24 con el Día Internacional del Carmenere.
Unos más conocidos que otros, lo bueno es que todos se consiguen en esta o en aquella tienda cercana. Da la casualidad de que todos son tintos, así que háganse el gran favor de tenerlos media hora en la nevera antes de servirlos, basta del false friend que dice que “los tintos se beben al clima”.
Corazón abierto, que en vinos no hay fidelidad. La clave es explorar, agarrar una botella y, ya en situación, dejar que vista, olfato y gusto den su veredicto en la copa. Y no se olviden de brindar con la mejor compañía.
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