Hola te escribo desde casa. Quiero ofrecerte una reflexión sobre el tiempo. Aquí seguimos confinados gestando una nueva vida y expandiéndonos a nuevas representaciones del tiempo. En estas semanas me he sentido abrazando el tiempo de la espera, ese que parece transcurrir de forma circular.
El tiempo “real” de la instantaneidad y la acumulación ininterrumpida de intensidades parece ser asunto del pasado. Mentiría si te digo que no han sido tiempos de virtualidad y la desconexión es aún más difícil. Me he sentido confinada en el “Hiperobjeto” de la virtualidad a lo que se refiere el filósofo inglés Timothy Morton, como algo invisible sujeto a temporalidades extrañas con más dimensiones de las que podemos percibir, y que sólo podemos experimentar fragmentaria, parcialmente, mientras afectan nuestra vida.
En estas semanas he podido abrazar el tiempo del vacío, un vacío profundo que toma forma de agujero negro atrayendo todo el sufrimiento planetario. Un tiempo dedicado más a preguntas que a respuestas, en donde la búsqueda se siente impertinente y la contemplación retoma sus fuerzas.
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Han sido tiempos en crudo en donde me he sentido como un ser sin tiempo, dependiente del tiempo del arte y su sutileza incomprensible, del tiempo de la música con sus pausas y repeticiones, y sobre todo del tiempo contemplativo con la mente en blanco. En estas semanas el tiempo dejó de ser un obstáculo y se convirtió en una oportunidad histórica para fluir hacia un viaje desconocido de imaginación esperanzadora en la que se gestará una nueva vida planetaria.
Han sido también tiempos de globalidad siguiendo otras zonas horarias y me entristece darme cuenta de lo mucho que nos hemos regalado a la globalización. A diferencia de la globalización, la globalidad, según el filósofo francés Édouard Glissant, nos invita a convivir con la multiplicidad de tiempos, en la cual la forma de intercambio reconoce y preserva la diversidad de la cual pueden surgir cosas nuevas. Hoy nuestro panorama se pinta con vidas de aislamiento, fragmentadas y homogéneas regidas por un único tiempo de ser dependiente de su linealidad.
Mi sedante ha sido el tiempo de intensa creación. Esta carta análoga me tomó muchísimo más tiempo de lo normal, pero estoy segura de que cuando la recibas sentirás la jugosa sorpresa de la espera.
Hoy que todo está en pausa quiero perpetuar el tiempo del amor. Ese que nos permite elevar lo mundano y sentirnos verdaderamente con los pies en la tierra, sin perdernos de nosotros mismos.
Y cuéntame de ti, ¿cómo han fluido tus tiempos?
Por: Carolina Daza