Querido,
Dudé antes de abrirte mi corazón así, pero he pensado tanto en ti por estos días, que quizás estas letras me ayuden a liberarme de tu yugo (aunque el mejor remedio sería darte un buen mordisco apenas salgas del horno). Debo admitirlo, eres el rey, tu reinado se mantiene a pesar del crecimiento de la oferta de panadería y repostería en Medellín en los últimos años y a su sofisticación; y frente a la certeza de la importancia de disminuir la ingesta de azúcares y harinas refinadas, con lo cual estoy de acuerdo; pero nada de esto vale ante tus encantos, querido pastel de arequipe.
Te recuerdo de tardes calurosas afuera de la universidad, la portería de la 70 parecía muy lejos para caminar hasta ella, pero si el desplazamiento incluía unas cuadras más para llegar hasta El Tejadito, la distancia parecía aproximarse mágicamente. Eran tiempos en los cuales las preocupaciones se contaban en monedas, y mientras estas alcanzaran para pagar el pastel y quedara suficiente para el pasaje de regreso a casa, todo encajaba.
Lo otro era sentarse en el murito afuera del local –procurando el sitio que tuviera menos harinas, pues sin harinas no había, no importa cuántas veces barrieran–, tomar la canastica en una mano y el pastel en otra y dar el primer mordisco, buscando evitar aumentar el torrente de harinas del piso. Muchas veces habría sido bueno considerar si apenas acababas de salir del horno, pero ni las llagas en la lengua o en la boca de cuenta de esta falta de anticipación, arruinaban el momento.
No creas que te he sacado de mi vida, hablo en pasado porque, como te decía, las preocupaciones por entonces eran mínimas, las restricciones también; ahora, he establecido una relación más racional contigo, te deseo muchas veces, pero no siempre sucumbo a ti. En cualquier caso, te he contrabandeado más de una tarde de domingo al entrar a cine sola –o bueno, sola no, contigo–, sí, les ganas a las crispetas, aunque en cuestión de dejar su huella en el teatro, compites con ellas con firmeza.
Siendo justos no solo podemos mencionar El Tejadito, obliga hablar de Pastelitos, de Chipre y su empanada de arequipe y de Pasteles Leonor, al cual le perdí la pista tras el cierre de su local sobre la calle 10 hace unos años. Menciono los que más evoco, porque ellos han sabido tratarte con destreza, logrando el equilibrio deseado entre pasta hojaldrada, tipo y cantidad de arequipe y horneado a punto; parece sencillo, pero no lo es, más de una vez me he visto descartando capas de pasta seca y sin un untadito de tu dulce cremosidad.
Te defiendo hoy y siempre, incluso de mi esposo que se declara el “Presidente del club antiarequipe de Colombia”, y de mi amiga Raquel, periodista argentina que no soporta a tu primo hermano el dulce de leche; ellos tienen paladares sofisticados que alucinan con el chocolate amargo, maravilloso, claro, pero no logran comprender tus, reconozco, empalagosos encantos.
Cuenta conmigo indefinidamente, acaso me veas probar otra delicia azucarada, pero no lo dudes, volveré a ti, a tu crujiente intensidad, una y otra vez.
Tuya, siempre, mi rey.
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