24 de septiembre: día de la Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos. Cárcel municipal de Envigado: ¿“La Modelo” ?, no pero casi…
Todos los miércoles, en “vuelta” indelegable desde hace un año, María Luisa* viaja catorce kilómetros desde el barrio la Pilarica, cerca al Tecnológico de Antioquia en Medellín, hasta el parque de Envigado. Guarda su vehículo en el parqueadero El Totumo y -cargada con tres o cuatro abultadas bolsas plásticas- camina hacia la cárcel local, situada a un costado del antiguo edificio del Concejo Municipal.
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Lleva almuerzos que previamente adobó con sobredosis de amor y de ternura, para ponerse en contacto emocional con tres internos de esa reclusión. Con ninguno tiene lazos de sangre, pero William* es como un hijo adoptivo, el soñado. Tiene 22 años y resultó envuelto en un delito, en noche oprobiosa y por azar del destino; ahora el joven añora el miércoles de cada semana, para oficiar ese “banquete de amor”: entrar en comunión con el afecto de hogar, simbolizado en el tibio y suculento alimento. Sabe que “esa mamá” lo tuvo en su mente -como siempre- durante todo el proceso culinario, y enfrentó dificultades para entregarlo.
Desde hace más de un año las hermanas Leticia y Silvia Espinoza Henao dejaron de visitar la cárcel. A ella acudió Leticia durante cuarenta y dos años, todos los días que trae el calendario, para llevar alimento espiritual a los reclusos. Cuando su hermana Silvia se jubiló de maestra, se unió al apostolado. Solo hubo un fenómeno más grande que la entrega de esta pareja a la causa del preso abandonado: el Covid 19, que la obligó a “jubilarse” de esta obsesión por el servicio. “Nos quieren mucho y hasta nos buscan agradecidos, cuando quedan libres”, confiesa Silvia. Relata que una señora que cumplió condena de diez años en varias cárceles quedó libre hace un mes, y no cesa de llamarlas para demostrar su gratitud. Fueron 42 años de ayuda espiritual vía presencia y voz de aliento, rosarios y eucaristías, acompañamiento en audiencias, donación de elementos de aseo y hasta suministro de refrigerios.
Dirección humanizada
Hace seis años que el administrador de empresas Hernán Arroyave Múnera volvió a la cárcel, a repetir como director. Antes lo fue, entre 1985 y 1998. El lugar ha tenido épocas de hasta 180 internos (anterior administración), de uno y otro sexo. La cárcel tiene capacidad para 70, pero al escribir estas líneas albergaba 68, entre sindicados y condenados: tal vez la única del país sin sobrecupos inhumanos. Desde hace unos tres años no recibe mujeres en detención. Intentan copiar su manejo en Manizales y en el municipio de La Estrella, pues a sus directivos les atrae el caso de Envigado. Centro de reclusión modelo, pues rara vez hace noticia violenta. ¿Las razones?
Arroyave explica algunas, tangibles: atención en salud prestada por el hospital Manuel Uribe Ángel, que incluye suministro gratuito de medicamentos. Visita médica al lugar dos veces por semana. Una brigada odontológica cada mes. Dos contratos de alimentación, para víveres (incluye frutas y legumbres, que vale 420 millones de pesos al año y provee H.G. Héctor Elí Zuluaga) y carnes (con Frigocarnes), para atender la población detenida aquí y en la estación de policía. Celebración eucarística quincenal y rezo diario del Santo Rosario (participa el 25% de internos), más un grupo de oración para buscar una sanación interior a la realidad que afrontan, sostiene el director. Un grupo de estudiantes de la Institución Universitaria local les presta asesoría jurídica.
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Las causas intangibles podrían buscarse en la actitud y sentido de calidad con que está orientada la cárcel. “Me he centrado en que los internos tengan buena calidad, que se les trate bien durante su estadía acá, que todas las solicitudes sean atendidas en su momento, … interno que me solicite una audiencia, al día siguiente lo estoy atendiendo y le soluciono el tema. A pesar de que no tenemos visitas con las familias debido a la pandemia, disponen de un teléfono público en el patio. De vez en cuando se les da una entrevista que requieren, con la familia, por una necesidad que se suscite”. Relata el caso de un recluso que le manifestó su desazón porque iba a perder su pareja, pues afrontaban muchos problemas. Solicitaba autorización para hablar diez minutos con la dama, por teléfono. “Le dije no hay problema, puede hablar con ella”.
Señala que la calidez humana, sumada a otros aspectos, permite que los cautivos “tengan amaño en esta institución, a pesar de que es cárcel. Si uno en este momento les pregunta quién quiere traslado a otro centro carcelario, ninguno va a querer. Por eso también en su momento ellos se manejan bien”. Advierte que a algunos les gusta el consumo de estupefacientes, o iniciar riñas, etc., entonces se producen informes y reciben amonestaciones. Si reinciden se exponen a perder algún concepto favorable para acceder a beneficios como la libertad condicional… En consecuencia, tratan de comportarse bien. Según familiares de presidiarios que consultamos, entre ellos prima la percepción de que “están bien tratados”.
Pero como en toda prisión, pasan cosas a veces difíciles, y el director Arroyave las reconoce sin rodeos: “Ha habido revueltas: en dos o tres ocasiones hubo que llamar al Esmad de la policía. Hay gente que se enferma y hay que sacarla, y a veces han muerto llegando al hospital; es esporádico, pero pasa”. Agrega que ha habido fugas y muertes inesperadas (un fin de semana, hace unos dos años, un preso se sintió mal; su condición de drogadicto lo llevó a consumos excesivos, buscando adormecer el dolor; el lunes lo sacaron para el hospital, pero murió durante el recorrido).
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Y como en Colombia estamos, hay corrupción, aunque intenta evitarla. “Siempre he dicho que pueblo pequeño infierno grande, y yo me doy cuenta de todo. Cualquier cosa que suceda llamo al empleado o tomo decisiones, porque hay que obrar con la razón mas no con el corazón. Ejemplo, hace poco hubo que prescindir de un empleado de carrera (administrativa), porque estaba entrando licor a la cárcel y eso se presenta en toda cárcel: la venta de celulares, el ingreso de vicio; por eso es constante la requisa”.
Una cárcel invisible
Por igual, se presentan situaciones divertidas. Hace unos años, Arroyave Múnera quiso celebrar la fiesta de la Virgen de Las Mercedes. Adquirió cantidades de ropa interior, como parte de los obsequios, pero al hacer los paquetes descubrió que una de las prendas conservaba el pin de seguridad. Bregó a retirarlo durante más de diez minutos, con ayuda de un alicate y de mucha paciencia. Como no pudo llamó a un guarda, y este le propuso acudir a los servicios de dos jóvenes escaperas retenidas allí. El director aceptó, y en menos de un minuto una de las damas retiró el pin; todavía no se explica cómo.
No es usual encontrar una cárcel citadina al pie de la alcaldía. La de Envigado es tan discreta que muchos de sus habitantes no saben que existe, a pesar de sus más de cien años de servicios. Pero se va. El director se refiere a un convenio firmado entre el municipio, la Gobernación de Antioquia y el Área Metropolitana. Avanzan mesas de trabajo que dan cuerpo a la nueva Cárcel Metropolitana. Agrega que están listos los terrenos, que avanza la socialización con la comunidad vecina, que sigue la etapa de diseños y construcción que -supone- se tomará unos tres años.
Hace pocos días, Leticia y Silvia Espinoza reanudaron sus visitas a la cárcel, para acompañar la celebración de la Eucaristía quincenal. A espaldas de la pandemia se aprestan para este 24 de septiembre, planeando almuerzos, refrigerios, y distribución de implementos de aseo entre los presos. Recuerdan que hace diez, doce años la fiesta incluía músicos, trovadores, alimentación todo el día, y hasta serenata.
Entre tanto, con fiesta o sin ella, María Luisa mantendrá su peregrinar semanal, porque en cada cucharada de alimento va un grito de amor y de aliento para un muchacho prisionero que no es su hijo, pero como si lo fuera…
*nombres cambiados.
Un apunte: Ni en el área externa, ni en la de acceso, se percibe ambiente carcelario. Son notorios el aseo y la organización en general.