Caminar y pedalear: una deuda pendiente del Valle de Aburrá

A pesar de que cada vez es más evidente el rol protagónico de la movilidad en las ciudades frente al cuidado del planeta, Medellín y el Valle de Aburrá siguen sin avanzar lo suficiente. Reconocer lo que se ha hecho (sí, el Metro; sí, los Metroclables; sí, sí…) no impide señalar el atraso en asuntos urgentes que permanecen desatendidos y parecen encaminarse al olvido. 

Dejemos para otra ocasión temas como los buses (la imprudencia de los conductores y las chimeneas rodantes que son) o el abuso del carro particular y de la moto (vergonzosa sumisión al mercado) y concentrémonos en la movilidad activa: la posibilidad de desplazarnos usando la energía del cuerpo. 

Si la ciudad sostenible fuera una canción, su coro incluiría algo así como “mi ciudad es sostenible si la puedo caminar”. Y habría por ahí otro pedacito que diría “y recorrer en mi bici con toda tranquilidad”. 

Es obvio que aunque debe haber lugar para otros modos de transporte (público y privado; más para el primero que para el segundo), es indispensable que la ciudad sea pensada para las personas. Además de reducir emisiones contaminantes, caminar o pedalear – incluso en bici asistida – ahorra espacio urbano, mejora la salud física y mental y fortalece el sentido de pertenencia, permitiéndonos conocer de primera mano las realidades que nos rodean.

Sin embargo, en Medellín y el Valle de Aburrá estamos muy lejos del escenario en el deberíamos estar (que, obviamente, no sería el perfecto). El déficit de aceras y ciclorrutas dignas y seguras es enorme, y los recursos siguen lloviendo a cántaros para proyectos que las ignoran. Veamos a un caso concreto relacionado con el intercambio vial de La Ayurá (y el platal que se invirtió allí: alrededor de 130.000 millones de pesos) y con la (no) construcción de los dos kilómetros de ciclorruta entre la Universidad EAFIT y el intercambio de La Ayurá. 

Aunque muchas personas diríamos que lo correcto hubiera sido usar la totalidad de esos fondos para promover la cultura vial y cívica, y construir y mejorar ciclorrutas y aceras en todo el Valle de Aburrá, podrían tener razón quienes nos califiquen de soñadores. Sin embargo, Con los pies en la Tierra, sí es más que sensato preguntar por qué ese proyecto, que supuestamente mejora la conexión vehicular con el occidente, no pensó en conectar el sur y el norte para la movilidad activa.

He estado preguntándoles en redes sociales a los alcaldes de Medellín y Envigado, Federico Gutiérrez y Raúl Cardona, así como a la directora del AMVA (Área Metropolitana del Valle de Aburrá), Paula Palacio, cuándo piensan unir Medellín y Envigado para la bici, con la construcción de esos dos kilómetros de ciclorruta. No he recibido respuesta: es comprensible, por sus múltiples ocupaciones. Además, quizás las redes no sean el canal más adecuado para estas consultas (aunque sí se usen para mostrar al subdirector de transporte del AMVA hablando sobre movilidad sostenible).

Más que responder, ojalá se animen a priorizar de verdad la movilidad activa como base de una movilidad sostenible regional. Unir el sur y el norte sería un paso decisivo.

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