Desde los puntos de vista turístico y económico, un pueblo es exitoso cuando se vuelve destino, cuando mucha gente quiere ir a pasar tiempo de calidad allá.
Cuando un visitante pasa feliz y llega emocionado a contar su experiencia a otros para que también vayan, eso es ser exitoso.
De todos los pueblos del Oriente antioqueño, el que parece estar haciendo mejor la tarea es El Retiro. No solo para ir, sino para quedarse. Muchos medellinenses -algunos dirían que demasiados – han tomado la decisión de establecerse allí en busca de mejor calidad de vida, quizá para un retorno al campo sencillo y básico.
Sueñan con una vida menos estresada.
Para algunos, el sueño se cumple. Claro que, como veremos, sí son demasiados, ya a nadie se le cumple.
Muchísimos más, que no piensan en vivir allí, simplemente quieren ir a almorzar o a pasar una tarde tranquila en el pueblo. O una noche con cena y rumba, suave o alocada. Hay de todo. El Retiro es, cada vez más, un destino.
Pero ¿por qué se está volviendo destino? Porque está cerca de Medellín, obvio. Pero, sobre todo, porque es agradable estar allá. Y es agradable porque se puede caminar.
Caminar, solo por el placer de caminar, es la actividad central.
Se puede caminar porque las aceras son anchas y sin obstáculos ni escalas sorpresivas. Y son anchas, porque El Retiro decidió, en buena hora, que la prioridad son los peatones, no los vehículos.
El centro del Retiro es caminable porque dos personas, y a veces hasta tres, pueden caminar juntas, sin tener que ir una detrás de la otra. Eso cambia la experiencia.
Una vez que el centro de un pueblo se vuelve caminable, van apareciendo negocios de todo tipo para que esos caminantes vayan parando, sin afanes. Al café con variada oferta le sigue el pequeño restaurante, una librería, un taller de artesanías, una pastelería, una floristería, un pequeño bloque de oficinas privadas y públicas, etc.
Sin embargo, estos nuevos negocios inevitablemente implican el cambio de uso de las casas tradicionales del pueblo. Las familias, tarde o temprano, venden sus propiedades, bien porque les ofrecen un buen negocio, o simplemente porque, ante tanta demanda de espacio y servicios, han subido los precios de todo en el pueblo.
Además del aumento en los valores y arriendos de los inmuebles, un pueblo que se vuelve muy famoso, con el tiempo se ve obligado a poner ciertos límites. Antes de volverse víctima de su propio éxito.
Con tanta demanda empiezan a hacer crisis todos los servicios públicos, las vías de acceso y salida colapsan frecuentemente y los carros no encuentran dónde parquear.
Además, para los negocios y el propio municipio, se vuelve cada vez más difícil conseguir y retener su mano de obra. No es fácil para un restaurante normal mantenerse si cada tanto abren otros que ofrecen salarios superiores.
Paradojas del éxito y del progreso.
Pero vamos, vamos a caminar y a pasar la tarde en El Retiro.
¡Y luego, a todos los pueblos de Oriente que se vuelvan verdaderamente caminables!