/ José Gabriel Baena
¿Hasta cuándo seguiremos siendo tan pendejos en nuestro pensamiento neocolonizado por los arquitectos españoles y/o de ascendencia italiana que se ganan todas las licitaciones de grandes obras públicas en la Villa de La Candelaria? La gravísima situación del desprendimiento del enchape de varias partes de la fachada “flotante” de la Biblioteca de Santo Domingo Savio es un síntoma de esta patología de la neo-arquitectura deslizante que con dibujitos estilo “Futurama” obtiene el primer premio en medio mundo incauto. Hace ya 15 días que la Universidad Nacional le entregó al Ayuntamiento la primera parte del estudio que adelanta sobre el deterioro y desprendimiento de las partes a la vista de ese parque-biblioteca en tan mala hora denominado así. Allí no hay ningún parque. Y es un edificio enfermo. Copiemos la prensa de la aldea: “La Administración Municipal contrató esta investigación tras los desprendimientos del enchape de la fachada que ocurrieron entre abril y agosto de 2013… En marzo, ‘revelará’ la solución y cuánto cuesta implementarla”. “Revelar” es un asunto teológico o sea divino. Por qué hablan así. La dilatación de cerrar con redecillas la fachada para que de pronto ningún paseante sea víctima de una loza negra que se desprenda me parece que envuelve altas responsabilidades civiles. Pero vámonos a España a las volandas y al denominado “Efecto Calatrava me la clava” para que comparemos dolores: “El arquitecto Santiago Calatrava es el mejor reflejo de los aires de grandeza provocados por espejismos políticos en otros tiempos… triunfaba en los cinco continentes con sus faraónicas y vistosas obras… las administraciones públicas domésticas disponían de dinero suficiente para erigir puentes, museos y palacios con los cuales dejar una huella indeleble: el gigantismo ingrávido” (El País). Pero en estos primeros 15 años del siglo 21 su inflada fama se ha ido al piso estrepitosamente en media Europa: en Holanda, tres puentes suyos que unieron varios canales se han oxidado en solo tres años y una municipalidad ha ordenado desmontarlos. Costo: 50 millones de euros. En Venezia, otro puente futurista ha debido ser clausurado porque no se puede caminar sobre él: los paseantes se resbalan y caen al canal o se quiebran la cabeza. Costo demandado a Calatrava: 1.078 millones de euros para iniciar proceso. En Oviedo, se derrumbó toda un ala del Palacio de los Congresos. Pérdida total. Y ahora en Valencia, una de sus famosas techo-fachadas flotantes ha empezado a “deslizarse” en el Palacio de las Artes. Pero allí sí el Ayuntamiento tomó cartas inmediatas: con caerse cinco lozas se ordenó el cierre. Demanda inicial de 10 mil millones. Calatrava, perseguido por las justicias de cinco países, se ha asilado en Suiza con toda su fortuna. En Medellín, ¿alguna corte ha llamado al arquitecto Mazzanti a rendir cuentas por el peligrosísimo deslizamiento de lozas y cierre inminente de la Biblioteca Rey de España, dizque famosa en publicaciones de 100 países? Nunca sucederá. No contesta llamadas. Ahora resulta que la Biblioteca León de Greiff (La Ladera), también diseñada por el arquitecto Mazzanti, tiene gravísimos problemas de estructura. Otra clavada. Y en esta misma ciudad nos esperan todavía los esperpentos del nuevo velódromo, que costará ya mucho más de los infames 50 mil millones de pesos presupuestados. Busquen los dibujitos de tira cómica en la página de Mazzanti. Y muéranse de la ira. Porque el “Efecto Calatrava me la clava” nos crucificará de nuevo, y sin hablar de la “valorización” por la clavada…
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