Un lugar para aprender a tirar paso en El Poblado: la sede del Balcón de los Artistas, en Palermo Cultural. Traen un bagaje de 30 años de experiencia.
Hace 30 años, en una calle del El Balcón de los Artistas: el baile como esperanzae, se escuchaba todos los días a un puñado de niños bailando al son del merengue y del tango. Cada día se turnaban para que uno fuera el encargado de avisar cuando un bus necesitaba pasar por ahí. Todos se detenían, y cuando pasaba, volvía a sonar la música y se volvían a escuchar los pasos.
Poco se iba a imaginar doña Marta Álvarez, la que les enseñaba a los niños, que esas clasecitas de baile improvisadas en una calle, 30 años después se convertirían en tres sedes distintas del Balcón de los Artistas, en Medellín.
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En aquel entonces, Manrique era un barrio vulnerado por la violencia y las drogas, en plena época noventera. Pocas posibilidades tenían los niños de entender qué había más allá del entorno en el que crecían, y por eso fue que doña Marta se los quiso enseñar. No esperaba muchos, y a la primera clase que promocionó llegaron numerosas niñas y un niño. Era complejo, porque él debía turnarse entre todas para ser su pareja de danza, pero no les importaba. Lo hicieron funcionar, y cada vez fue aumentando más y más el número de estudiantes que querían aprender los pasos de doña Marta.
El papá de la maestra fue el primero que creyó en el potencial del proyecto. Al notar el aumento de estudiantes de su hija, le prestó la sala de su casa, de 4×4 metros, para que los niños pudieran bailar. Sin embargo, no cabían todos, así que se dividían en dos grupos que se turnaban entre la sala y la calle para ensayar sus movimientos. Así fue creciendo, y unos cuantos años después abrieron su primera sede, apenas a unas cuantas calles de donde comenzó todo.
Sin embargo, con los años también apareció un problema: no todos los nuevos estudiantes tenían los recursos para pagar sus clases de baile. En la búsqueda de la solución para que todos tuvieran oportunidad de aprender, el Balcón de los Artistas abrió una nueva sede en Laureles, cuyos fondos funcionarían como un recurso para sustentar la sede principal de la academia y lograr que los niños accedieran a las clases de forma gratuita.
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Asimismo, entonces, fue que hace apenas unos meses la entidad abrió una nueva sede más en El Poblado, en el Palermo Cultural. Con un público en su mayoría adulto, la academia ha tenido una gloriosa acogida. Además, unos clientes recurrentes han sido extranjeros, que en su paso por Medellín buscan aprovechar y aprender lo más posible sobre la cultura latina.
La nueva sede ofrece clases grupales y personalizadas, contando con maestros y profesores de gran trayectoria y conocimiento musical. Junto con la sede Laureles, el objetivo a largo plazo es lograr que sus ingresos se dirijan en su totalidad a sostener la sede Manrique, y que esta sea vista más como una fundación que como una academia de baile.
Gracias a entidades como el Balcón de los Artistas, entonces, es que la cultura y el arte se mantienen vivos y latentes en la ciudad de Medellín. En este caso, sobre todo, se mantiene vivo y latente dentro de los niños que hace muchos años crecieron en entornos de violencia. Así es como doña Marta Álvarez, con su proyecto que crece cada día más, ha logrado inyectar arte y esperanza en aquellos que más lo han necesitado.