Autocuidado: ¿conciencia, moda o búsqueda de estatus?

Ayunar, meditar, tomar jugo verde, hacer ejercicio, sumergirse en hielo, tener una rutina de skin care, ir a terapia, leer sobre autoconocimiento, escuchar podcasts de bienestar, “sanar” la relación con el árbol genealógico completo, entre muchas otras prácticas, se han convertido en el nuevo “abc” del autocuidado.

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En la actualidad se habla de bienestar por todas partes: redes sociales, influencers, libros de bienestar, expertos y “expertos” de toda índole emitiendo por doquier consejos sobre cómo cuidarnos mejor.  Lo que me pregunto es:

¿Realmente estamos más conscientes de cómo vivimos y nos cuidamos? O, ¿estamos siguiendo la tendencia para estar a la moda?  

El problema no está en las prácticas en sí mismas, esta no es una crítica a ninguna de ellas, me consta que muchas pueden ser beneficiosas. El problema aparece cuando el autocuidado se reduce a una lista para nada reducida de actividades y pendientes que genera más estrés que bienestar, cuando en lugar de sentirse como un acto de atención amorosa hacia uno mismo, se convierte en una obligación más, en un estándar que cumplir para estar “a la altura” de una imagen aspiracional.  

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Muchas de estas guías de autocuidado le hablan a una audiencia homogenizada: asumen que todos necesitamos lo mismo para estar bien, e ignoran no solo la individualidad sino la cualidad dinámica y cambiante de nuestra existencia. Antes de decidir qué hacer para cuidarnos, necesitamos preguntarnos: ¿Cómo estoy? ¿Qué necesito en este momento? Solo desde la autoobservación y la escucha de nuestras necesidades podemos determinar qué es lo mejor para nosotros en una situación u otra.

En un momento determinado, lo más cuidadoso puede ser descansar; en otro, puede ser moverse; en un momento, lo más cuidadoso puede ser la quietud y el silencio, y en otro puede ser la activación y la interacción con otros; en algunos momentos, lo mejor es tomar las riendas de un asunto y en otros soltarlas; y así, sucesivamente. No somos entes estáticos.

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Tengo la sensación de que el autocuidado y el bienestar más allá de una moda se han convertido en un nuevo símbolo de estatus. Así como para muchos ha sido el lujo material, hoy lo es el acceso a productos y experiencias relacionadas con el bienestar: alimentos y suplementos, productos y procedimientos para piel, cuerpo, pelo; múltiples procesos terapéuticos individuales y grupales, retiros, talleres y cursos, y todo tipo de experiencias novedosas, todas bajo el discurso del bienestar. Queda el mensaje de que “cuidarse” es para quienes pueden costearlo, cuando en realidad el verdadero autocuidado consiste en reconocer y atender nuestras necesidades. No hay nada de malo en querer estar bien, en buscar hábitos saludables o en explorar herramientas para el bienestar.

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Lo problemático es que se convierta en una obsesión que nos desconecta de nosotros mismos en lugar de acercarnos. Cuidarnos no es seguir tendencias o cumplir con una serie de estándares externos, es aprender a escucharnos y responder con lo que realmente necesitamos. Tal vez, el primer acto de autocuidado genuino sea cuestionar todo lo que nos dicen sobre cómo deberíamos cuidarnos.

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