Ni la familia ni ella misma tienen claro de donde salió esa afición por el fútbol. Desde los 5 años, Aurora Mantilla Castrillón se recuerda sentada con sus primitos al frente del televisor en época de Mundiales, grabándose los nombres cercanos y lejanos de los jugadores y los equipos. Ahora tiene 13, y esa “goma” inicial se convirtió en una pasión y en una vida presente y futura.
Aurora, uniforme holgado, pelo rubio recogido en colecaballo, hermosos ojos color miel, entrena cuatro veces a la semana. La mayor parte de su formación está enfocada a perfeccionar su posición de portera, y por eso casi siempre está rodeada de hombres, algunos mayores que ella. Nada de nervios. Desde los seis años, Aurora mostró de qué estaba hecha: en Brasil, el país adonde su familia se había trasladado temporalmente, se enfrentó por primera vez a su techo de cristal. “Yo llegué al equipo de futsal masculino, porque en el colegio no había niñas suficientes para jugar. Los niños me miraban como ‘esta qué hace aquí’… Es difícil que lo respeten a uno, pero había que quebrar esa pared, y ya”.
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Aurora lo narra con tranquilidad, pero Stella, su mamá, lo expresa con signos de admiración: “¡Fue muy complicado! Se trataba de una niña extranjera, mujer, que salió de la nada a decir ‘yo quiero ser portera de fútbol’. Y se lo ganó. ¡Lo único que le preocupaba era que nunca había jugado en inglés ni en portugués!”. Con ese entusiasmo, Aurora no se quedó jugando los “picaditos” del colegio, sino que llegó a ser integrante de la sub11 del Atlético Paranaense y del equipo Imperial, entre el 2018 y el 2019. ¿De dónde salió tanto tesón? “Debe ser el gen alemán”, dice Stella, refiriéndose a su abuela de apellido Oberndonfer.
“A las niñas yo les digo que sigan su pasión, que no hay barreras entre los dos géneros; demuestren su lugar, muestren lo que tienen”.
Ser una deportista de alto rendimiento, por supuesto, requiere echar mano de todas las cualidades que da natura, sumadas al acompañamiento y al estímulo del entorno familiar, y al apoyo de su colegio, el Theodoro Hertzl. Para una adolescente que cursa el noveno grado, combinar el estudio con los compromisos deportivos requiere una disciplina a toda prueba: “Yo tengo la gran ayuda de mi mamá, que me lleva a todos los lados, pero no es fácil. Me toca después de los entrenamientos estudiar varias horas, y acabar las tareas y los trabajos de los que me atrasé. Pero no me gusta dejar las cosas para el último minuto, ni nada de eso. Siempre estoy pensando en ser la mejor, tanto en el estudio como en el deporte”.
Aurora pertenece al equipo ABC, dirigido por Gonzalo Montoya, que entrena en la cancha del colegio Benedictinos a niños y niñas de diferentes zonas de Envigado y El Poblado. En el equipo de la categoría prejuvenil de la Liga, ella es una de las más pequeñas, pero juega y se defiende como grande. Acaba de competir con el equipo del INDER Medellín en el Baby Fútbol, y en estos días está jugando un campeonato para ganarse un cupo en la Preselección Antioquia.
Y de ahí ella sabe que no hay obstáculos. A otras niñas que quieren seguir su camino en un deporte mayoritariamente masculino, Aurora les manda un mensaje: “Yo les digo que sigan su pasión, que no hay barreras entre los dos géneros; demuestren su lugar, muestren lo que tienen”.