Todo lo anterior es apenas una disculpa para justificar la convicción de que las preguntas esenciales siempre son pertinentes, que no pasan de moda ni están superadas, por más que les hayamos dado miles de respuestas. Y cuando se piensa que las manifestaciones artísticas han acompañado siempre la historia de la especie, es claro que las preguntas que nos hacemos sobre ellas se dirigen a la raíz misma de nuestra condición humana, aunque casi nunca seamos realmente capaces de responderlas: desde la que se cuestiona acerca de qué es el arte (quizá la más imposible de resolver), pasando por interrogarnos acerca de para qué sirven esas manifestaciones artísticas, hasta llegar a la que busca hacernos pensar si tiene algún sentido interesarse por el arte e intentar comprenderlo en la sociedad que nos ha tocado vivir.
Y volver a preguntarse, en un nuevo ciclo que reconoce los valores de la historia, pero que al mismo tiempo sabe que el río ya no es el mismo, significa tener la convicción de que puede encontrarse algún tipo de respuesta, pero que esa respuesta no es obvia ni simple. El “eterno retorno” que nos invita a comenzar siempre de nuevo es cada vez más complejo y problemático, pero no solo para quienes nos preguntamos por el sentido del arte sino, sobre todo, para quienes los crean desde las preguntas esenciales del ser humano.
En segundo lugar, Emmanuel Kant sigue llamando nuestra atención sobre el hecho de que la obra de arte siempre genera en nosotros múltiples reflexiones: nos hace pensar mucho sin que logremos definir de manera exacta lo que nos dice. En otras palabras, habla a nuestra sensibilidad y la abre de nuevas experiencias. Y nos dice, de paso, que solo vale la pena dedicar nuestra corta vida a lo que nos da la oportunidad de enriquecernos humanamente, la posibilidad de mucho pensar y sentir.
Y, en fin, es bueno recordar siempre que el “eterno retorno” de nuestros calendarios nunca nos regresa al mismo lugar ni al mismo tiempo anteriores. Por más extraordinario que sea el arte antiguo, hoy vivimos en una realidad diferente a la que le dio origen a aquel y, por eso, el arte de hoy es también diferente. Es obvio que estamos inundados de pseudo-ciencias, pseudo-religiones, pseudo-filosofías, pseudo-sicologías, pseudo-políticas; y, por supuesto, también de pseudo-artistas. Pero la idea de que el arte actual no es más que una estafa es un lugar común, carente de pensamiento, de análisis y de sensibilidad, una salida fácil que olvida la advertencia de Heráclito: “Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue”.
Porque volver a empezar un nuevo año, la misma tarea o la misma pregunta, implica la conciencia de estar vivos. Lo contrario, es decir la mera repetición y defensa del pasado, es apenas la muerte del alma.
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