Arte: apertura a lo inesperado

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Cueva de Lascaux - Francia - 20.000 años antes de Cristo
Cueva de Lascaux - Francia - 20.000 años antes de Cristo
Cada vez que nos aproximamos a una obra conviene recordar al viejo Heráclito: “Si buscas la verdad, prepárate para lo inesperado”. En nuestro contexto, es una invitación para estar abiertos a lo que ella nos quiere decir

Por  Carlos Arturo Fernández U.
El cambio de año no es, esencialmente, un asunto cronológico o astronómico sino mítico y cultural. Lo demuestra la gran cantidad de calendarios que existen en muchas partes del mundo y que se contradicen, no solo en sus fechas sino, sobre todo, en su origen y sentido social. Podría imaginarse un calendario infinito, siempre sucesivo, que, de alguna manera, nos ubicara en el desarrollo “cierto” del universo, pero preferimos el ciclo de los permanentes retornos y nuevos comienzos que nos ubica en la historia humana.Cada nuevo año es un nuevo comienzo que nos trae la esperanza de que podemos lograr lo que antes se nos escapó. Es una nueva vida en la cual también volvemos a plantearnos los mismos problemas y preguntas de siempre, como si el tiempo nos diera otra oportunidad para encontrar el sentido de lo que somos y de lo que hacemos. Por supuesto, serán las mismas cuestiones, pero nunca serán los mismos procesos porque, como afirmaba Heráclito, el filósofo, “nadie se baña dos veces en el mismo río”, pues no solo cambia el río sino también quien se baña en él. Empezar un nuevo año es volver a los mismos asuntos, pero nunca al mismo lugar, sobre todo porque ya no somos los mismos de ayer.

Figura – Cultura Urhobo – Nigeria. Fotos cortesía

Todo lo anterior es apenas una disculpa para justificar la convicción de que las preguntas esenciales siempre son pertinentes, que no pasan de moda ni están superadas, por más que les hayamos dado miles de respuestas. Y cuando se piensa que las manifestaciones artísticas han acompañado siempre la historia de la especie, es claro que las preguntas que nos hacemos sobre ellas se dirigen a la raíz misma de nuestra condición humana, aunque casi nunca seamos realmente capaces de responderlas: desde la que se cuestiona acerca de qué es el arte (quizá la más imposible de resolver), pasando por interrogarnos acerca de para qué sirven esas manifestaciones artísticas, hasta llegar a la que busca hacernos pensar si tiene algún sentido interesarse por el arte e intentar comprenderlo en la sociedad que nos ha tocado vivir.

 
Sin título – Georg Baselitz – 1983

 

Y volver a preguntarse, en un nuevo ciclo que reconoce los valores de la historia, pero que al mismo tiempo sabe que el río ya no es el mismo, significa tener la convicción de que puede encontrarse algún tipo de respuesta, pero que esa respuesta no es obvia ni simple. El “eterno retorno” que nos invita a comenzar siempre de nuevo es cada vez más complejo y problemático, pero no solo para quienes nos preguntamos por el sentido del arte sino, sobre todo, para quienes los crean desde las preguntas esenciales del ser humano.

 
El hombre que camina – Alberto Giacometti – 1961
Mucho se podría discutir acerca de estas cuestiones básicas del arte. Basten ahora, sin embargo, tres breves reflexiones, separadas por largos períodos históricos, pero siempre actuales, y que, de manera más o menos directa, pueden darnos pistas en nuestra complicada relación con el arte.
En primer lugar, cada vez que nos aproximamos a una obra (o ella, como es muy frecuente, se aproxima a nosotros) conviene recordar otra vez al viejo Heráclito: “Si buscas la verdad, prepárate para lo inesperado”. En nuestro contexto, es una invitación para estar abiertos a lo que ella nos quiere decir, lo que, como es obvio a pesar de que casi siempre lo olvidemos, no coincide necesariamente con lo que ya conocemos; entre otras cosas porque si coincidiera, no atraería nuestro interés. Heráclito nos advierte: “Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue”. Y lo perderemos irremediablemente.
Cueva de Lascaux – Francia – 20.000 años antes de Cristo

En segundo lugar, Emmanuel Kant sigue llamando nuestra atención sobre el hecho de que la obra de arte siempre genera en nosotros múltiples reflexiones: nos hace pensar mucho sin que logremos definir de manera exacta lo que nos dice. En otras palabras, habla a nuestra sensibilidad y la abre de nuevas experiencias. Y nos dice, de paso, que solo vale la pena dedicar nuestra corta vida a lo que nos da la oportunidad de enriquecernos humanamente, la posibilidad de mucho pensar y sentir.

El beso – Constantin Brancusi 1907

Y, en fin, es bueno recordar siempre que el “eterno retorno” de nuestros calendarios nunca nos regresa al mismo lugar ni al mismo tiempo anteriores. Por más extraordinario que sea el arte antiguo, hoy vivimos en una realidad diferente a la que le dio origen a aquel y, por eso, el arte de hoy es también diferente. Es obvio que estamos inundados de pseudo-ciencias, pseudo-religiones, pseudo-filosofías, pseudo-sicologías, pseudo-políticas; y, por supuesto, también de pseudo-artistas. Pero la idea de que el arte actual no es más que una estafa es un lugar común, carente de pensamiento, de análisis y de sensibilidad, una salida fácil que olvida la advertencia de Heráclito: “Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue”.

Porque volver a empezar un nuevo año, la misma tarea o la misma pregunta, implica la conciencia de estar vivos. Lo contrario, es decir la mera repetición y defensa del pasado, es apenas la muerte del alma.
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