El miércoles se consolidó el ingreso al cielo de Medellín y el Valle de Aburrá de una nube de polvo con partículas de arena del desierto del Sahara, como confirmó el Siata. Además de tener efectos sobre la calidad del aire en la región, con cuatro estaciones de monitoreo en color naranja –dañina para grupos sensibles como niños y adultos mayores–, este fenómeno tiene efectos sobre la salud de los habitantes e incluso en la temperatura.
La docente Lizette Irena Quan, de la Facultad de Ciencias y Biotecnología de la Universidad CES, le explicó a Vivir en El Poblado que esta nube, conocida como polvo del Sahara, de sal o de calima, está conformada por arena, arcilla y cenizas “que se levantan con los vientos alisios que atraviesan el océano Atlántico desde África y llegan a América”. Estos materiales son los que provocan el colorido amarillento, rojo y grisácero que se ha percibido en el cielo del Valle de Aburrá.
Este fenómeno no es inusual: ocurre todos los años, y tiene sus picos más altos entre junio y agosto. La NASA calcula, de acuerdo con la docente Quan, que la nube está compuesta por 100 millones de toneladas de polvo, aunque gran parte de este material se va quedando en el recorrido que hace desde África.
Sin embargo, este año se ha hecho más visible, y por tanto más llamativa. Estudios indican que esta es la nube de polvo más grande en los últimos 50 años.
“La nube con arena del desierto del Sahara tiene un espesor de tres a cinco kilómetros y viaja a una altura sobre la atmósfera de uno a dos kilómetros”, detalla Quan. Esta registra hasta un 50 % menor humedad que el aire normal que se encuentra a esa altura, precisa la docente.
Los efectos de la nube
La presencia de esta nube en el continente americano tiene diversos efectos tanto sobre la salud humana como en las condiciones ambientales.
Al dispersarse en los territorios por los que va viajando, la arena se incorpora e interactúa con ellos. “Este polvo tiene efectos sobre la temperatura, ya que absorbe o refleja los rayos del sol. Crea una barrera o filtro, evitando que la energía solar pase, y el clima tiende a bajar”, señala Quan.
Además, en zonas como el Amazonas se han estudiado sus beneficios como fertilizante para el crecimiento de los bosques de esa región, por la presencia en el polvo de fósforo y hierro. Su presencia en el mar hace que las algas crezcan más, y produzcan más oxígeno.
También hay efectos negativos: al contener aire caliente que recoge en su camino, la nube puede fortalecer los huracanes y ciclones que se forman en el Caribe.
En cuanto a la salud humana, la docente Quan plantea que la presencia del polvo en la atmósfera tiene efectos en las personas que presentan afecciones respiratorias, con irritación en ojos, garganta y nariz.
Por eso, la recomendación es mantener el uso del tapabocas, tal como se viene haciendo para prevenir el contagio de la COVID-19, y no salir al aire libre si no es necesario. Es posible, advierte, que el polvo quede en las superficies, por lo cual se sugiere hacer limpieza constante.
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