La pandemia no hizo distinción de clases ni de estratos sociales. Sin embargo, evidenció que quienes poseen más recursos económicos y mejores condiciones de vida tienen más posibilidades de protegerse.
En todo el mundo, millones de personas sin ingresos estables y sin acceso garantizado a sistemas de salud han tenido que ser socorridos por urgentes determinaciones del Estado o gracias a la actitud solidaria o filantrópica de otros sectores sociales bien abastecidos, para prevenir el peligro de una catástrofe social que condujera a protestas, saqueos o a la muerte por hambre.
Nuestra sociedad se ha habituado a la existencia de personas, sectores sociales, regiones y ciudades que carecen del acceso a múltiples bienes, beneficios y avances culturales. La inequidad en las oportunidades, la desigualdad en la acumulación de excedentes, e incluso el racismo, se han consolidado como fenómenos que terminan siendo aceptados. Desde el punto de vista ético estas y otras formas de exclusión son realidades inaceptables e intolerables. También desde el punto de vista de la seguridad ciudadana, son situaciones que incuban una tragedia colectiva que tarde o temprano amenaza a todos.
Aunque estos fenómenos eran conocidos, la cuarentena exigida por la pandemia nos permitió tomar conciencia de su gravedad. De un lado, miles de personas, sin ingresos ni excedentes, se vieron en la imposibilidad de asumir tal confinamiento, puesto que adquieren el sustento diario gracias a su actividad en la calle. De otro lado, el trabajo remoto y la educación virtual, posibles para amplios sectores, no lo son para muchos otros y para miles de estudiantes. Esto sin hablar de las sentidas carencias del sistema de salud y de hospitales en regiones periféricas que hoy no tienen como atender los contagiados por la pandemia.
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Deberíamos mirar estos hechos como un llamado, que brota de este momento histórico, a desplegar un modo colectivo y más eficaz de cuidar la vida y proteger la salud, de trabajar sin destruir el planeta y distribuir más equitativamente los recursos económicos.
Se requieren nuevos pactos sociales que hagan posible estructuras sociales y económicas más equitativas y distributivas que garanticen la calidad de vida y las oportunidades para todos. Es un desafío ético cuyo alto propósito es lograr sociedades más incluyentes.
En este campo hay propuestas sensatas y constructivas, moviéndose en el mundo académico, político y en foros internacionales. Hay sociedades con ensayos exitosos al respecto y hay propuestas como la renta básica, la tributación progresiva [5] la economía para el bien común [6] o la economía para la prosperidad y no para el crecimiento [7] que han de tomarse enserio. Las palabras del Papa Francisco en Laudato Sì van en esa dirección:
“Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia. (…) los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente”. (n. 53).
Estamos por tanto ante un imperativo ético: cambiar la forma de estructurar nuestras sociedades en su forma de distribuir sus logros económicos y culturales, evitando concentración de privilegios y poderes que terminan excluyendo a muchos. Esto, sin embargo, termina siendo sobre todo un reto espiritual.
Cambios de esta naturaleza requieren una apreciación diversa del ser humano y de su destino; requieren una honda libertad interior para aceptar desasirse de ventajas, personales o grupales, como también de las ansias de poseer, en beneficio de una más amplia equidad en el compartir las riquezas para un mayor bien colectivo y general.
Por: Centro de Fe y Culturas
[5] Cf., Atkinson, A. (2015). Inequality. What can be done? London. Harvard.
[6] Felber, Christian. En: https://www.lamarea.com/2020/04/24/christian-felber-confinamiento-demuestra-somos-capaces-vivir-con-menos/
[7] Kate Raworth. Una Economía saludable debería ser diseñada para prosperar , no para crecer. TED 2018. En: https://www.ted.com/talks/kate_raworth_a_healthy_economy_should_be_designed_to_thrive_not_grow?language=es