Andrea Londoño encontró un proyecto de vida en la pasión por impactar los derechos laborales de estas mujeres. Primero fue en casa, luego abrió un debate sin prejuicios.
Por: Daniel Palacio Tamayo
Hace 22 años, cuando Andrea tenía a sus mellizas recién nacidas, Liris solicitó un permiso para ausentarse de las tareas de ese hogar.
“Ahí vienes haciendo equilibrio”, le dice Andrea a Liris, quien nos ofrece una bandeja con un café y un vaso de agua.
– Estoy haciendo un poco de malabarismo… vea se me regó [risas].
“Acá estoy diciendo que este cuento empieza con vos”.
La historia inicia años atrás cuando Andrea Londoño le pregunta a Liris con apenas unas semanas de haber iniciado contrato, por las razones para solicitar el permiso. La explicación: Liris, no tenía quién le cuidara a su hijo mientras trabajaba. Al mismo tiempo, recuerda Andrea, “estábamos cuatro mamás con la necesidad de que alguien nos ayudara con los asuntos domésticos y con el cuidado de nuestros hijos”.
Aunque la ley no hace la realidad, Colombia avanzó en jurisprudencia en los derechos laborales de las trabajadoras domésticas en 2012, tras las pautas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Cuando Andrea Londoño inició en 2011 su lucha por las trabajadoras domésticas —en su mayoría mujeres— recurrió a los medios de comunicación y las redes sociales desde @AndreaLondonoSa y @Empleadas_hogar, para que la misma ciudad deliberara, pero no en términos de prejuicios, por raza, apariencias, modales, conductas, sino de derechos. En ese camino encontró el apoyo de amigos voluntarios y organizaciones como Bien Humano, Vamos Mujer y la Escuela Nacional Sindical, articulada con la conformación, en 2013, de la Unión de trabajadoras afrocolombianas del servicio doméstico en Colombia. En el país hay registros de 750 mil trabajadoras, pero como en el sector reina la informalidad, ese número podría ser mucho mayor, dice Andrea.
Para que el número de empleadas supere ese histórico de 120 mil en condición de formalizadas, dice Andrea, se tiene que pasar “del murmullo al bolsillo”; esto es reduciendo la tramitología, que lleva a mantener pagos paralelos, controlar la entrega de subsidios como incentivo perverso contra la formalidad y crear desarrollos empresariales.
Ahora, como las mellizas de Andrea, el hijo de Liris estudia en la universidad, pese a que esta mujer oriunda de Apartadó ha tenido que batallar con las dificultades propias de un entorno donde escasean las oportunidades y a estar la mayor parte del tiempo diurno ausente de casa.
Tras 22 años de compañía y cuidado, las mellizas no dudan en incluir a Liris entre sus afectos. Andrea, pese al difícil rol de empleadora, puede hablar de Liris como una amiga que ha sido clave en su vida.