Una de las maneras más interesantes y seguras de aproximarse a la obra de un artista consiste en seguir el desarrollo de su proceso creativo, su historia poética personal. Una idea tan sencilla como esa tiene, por lo menos, dos presupuestos que es necesario considerar. Por un lado, que la obra de arte no surge de forma espontánea ni aislada, sino que es el resultado de experiencias, de reflexiones y de búsquedas por parte de su creador; y, por otro lado, que los trabajos de un artista están entrelazados y aparecen según una cierta lógica que los hace posibles. Muchas veces la comprensión de una obra se dificulta porque la observamos como un hecho solitario, sin tener en cuenta el desarrollo poético desarrollado por el artista para llegar a ella.
A primera vista, muchos nos podemos sentir desconcertados frente a obras como el díptico Monasita, de Ana Mercedes Hoyos, con la presencia esquemática del vestido de una mujer joven, vista de espaldas y de manera fragmentada. Parecería que solo interesa un detalle accidental, que es el traje, y que la persona misma pasa a segundo plano. Pero todo resulta más claro cuando se analiza el proceso recorrido para llegar hasta aquí.
En la obra de Ana Mercedes Hoyos (Bogotá, 1942-2014) ha sido reconocida una extraordinaria coherencia que permite seguir todo el desarrollo de sus intereses. Sus obras juveniles presentan ventanas a través de las cuales se vislumbran los ambientes exteriores, que luego van a convertirse en el centro único de interés a través del análisis de la luz en las atmósferas. Esa etapa, claramente abstracta, le permite volver al análisis de la figuración y descubrir espacios y ambientes llenos de formas y de colores, en el encuentro con las palenqueras en Cartagena y con sus palanganas llenas de frutas; es la etapa más conocida de su trabajo, que atrapa por la riqueza del colorido y la transparencia de la luz.
Hasta aquí podríamos decir que el interés es fundamentalmente estético y formal; en su retorno al análisis de la figuración, la artista percibe en las palanganas la posibilidad de reinterpretar el Cubismo de Picasso en relación con el ambiente. Descubre entonces que, en contra de la tradición de la historia del arte, estas no son “naturalezas muertas” sino “bodegones vivos” que cambian a cada instante por la luz y por los cambios que introducen las palenqueras a medida que van vendiendo sus frutas.
Pero a Ana Mercedes Hoyos la atrapa, sobre todo, la presencia misma de las palenqueras que, sin que ella se lo hubiera puesto previamente, la aproximan a la cultura de San Basilio de Palenque. Como se sabe, este palenque fue establecido en el siglo XVII por una comunidad de esclavos fugitivos y emancipados; y, por tratarse del único de estos poblados fortificados que efectivamente logró sobrevivir, ha sido considerado como el primer pueblo libre de América. Conviene agregar que fue inscrito como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, en 2008.
La mayor parte de las investigaciones y trabajos artísticos que se han interesado en las comunidades afrodescendientes en las últimas décadas lo han hecho a partir de los problemas de la esclavitud, de la violencia y de la discriminación persistente. Ana Mercedes Hoyos es contundente al afirmar que no quiere ocultar ninguna de esas perspectivas pero que se acerca a la comunidad de Palenque a partir de la convicción de que es indispensable el reconocimiento de que nuestra identidad nacional se basa en tres pilares esenciales, ninguno de los cuales se puede dejar de lado: el mundo indígena prehispánico y su supervivencia, la conquista y colonización española, y los africanos traídos como esclavos.
Por eso, en repetidas visitas a San Basilio de Palenque, Ana Mercedes Hoyos se preocupa por todas las esferas de su cultura: relaciones sociales, formas de trabajo, relatos, juegos, vestidos y fiestas, entre otros. Utiliza la fotografía para captar escenas o detalles que considera cargados de especial valor cultural; son asuntos que estudia, analiza desde puntos de vista formales, combina, traduce en dibujos y finalmente traslada a sus pinturas y esculturas. Es el caso del díptico Monasita en el cual se centra en los moños y lazos de los vestidos de las mujeres jóvenes, casi llegando, otra vez, a la abstracción.
Pero Ana Mercedes Hoyos no mira a San Basilio de Palenque como algo folclórico o turístico, sino que nos lo revela como la exuberancia de una cultura que enriquece nuestra identidad y define una parte esencia de nuestra comunidad nacional.