/ Esteban Carlos Mejía
¿Hic et nunc? ¿Qué? ¿Cómo? Hic et nunc es una antigua expresión latina, un lugar común del pasado, que quiere decir “Aquí y ahora”. ¿Quiénes la usan? La gente con los pies en la tierra. ¿Cuándo? En discusiones y polémicas: es su desesperado llamado al realismo, al análisis concreto de la realidad concreta, a la contundencia del tiempo presente. ¿Por qué? Para no dejarse joder por la imaginación o para librarse de las toxinas de la ficción. ¿Funciona? A veces o casi siempre. Ya se sabe, aunque se niegue o se tergiverse: la realidad supera a la imaginación. La realidad es caos, desasosiego, desproporción, irreverencia, anomia. La ficción, en cambio, requiere orden, estructura, narración, hilo, costuras, paciencia.
A mi modo de ver las cosas, la literatura es la forma superior de la ficción. Es lo contrario de hic et nunc, la antítesis de aquí y ahora. La literatura es más acá y más allá y antes o después, todo de corrido. Con no poca exageración digo que la literatura es el reverso de la realidad. Y de literatura me propongo hablar en esta columna, hoy y cuando vuelva a salir. Hablar de escritores y escrituras, del oficio bendito de reinventar el mundo, de libros y bibliotecas, de ansiedades y ensoñaciones.
Lo que más me gusta en esta vida es leer. O sea, dejar de ser. Dejar de ser lo que soy para convertirme en lo que no soy y alguna vez he querido ser. Seguir al coronel Aureliano Buendía de campamento en campamento y palpar su desamparo sin fondo. O cabalgar al lado de Artemio Cruz en pos de la ilusión o la riqueza. Ser Hans Castorp y absorber los aromas más recónditos de Clawdia Chauchat, en La montaña mágica, de Thomas Mann. O hacerle el amor a Molly Bloom mientras ella, morosamente, escurre su insuperable monólogo interior.
Hablar de comida abre el apetito: hablar de libros da ganas de leer. Ya verán.
*** Día tras día: Se calcula que el 10 de octubre de 1660 nació en Londres Daniel Defoe, autor de una saga ya inmortal, emocionante y temeraria, llena de utopías, excesos, ilusiones y benevolencia: Robinson Crusoe. Confiesa, lector(a): ¿cuántas veces has sentido ganas de largarte a una isla desierta? ¿Ah?
**** Body copy: “¿Qué especiales afinidades le parecía haber entre la luna y la mujer?
Su antigüedad en preceder y sobrevivir a sucesivas generaciones telúricas: su predominio nocturno: su dependencia satelítica: su reflexión luminar: su constancia bajo todas las fases, elevándose y poniéndose a sus horas fijadas, creciendo y menguando: la forzosa invariabilidad de su aspecto: su respuesta indeterminada a la interrogación inafirmativa: su poder sobre las aguas efluyentes y refluyentes: su capacidad de enamorar, de mortificar, de revestir de belleza, de enloquecer, de incitar y ayudar a la delincuencia: la tranquila inescrutabilidad de su rostro: la terribilidad de su proximidad aislada dominante implacable resplandeciente: sus presagios de tempestad y de calma: el estímulo de su luz, su movimiento y su presencia: la admonición de sus cráteres, sus áridos mares, su silencio: su esplendor, cuando visible: su atracción, cuando visible”.
James Joyce. Ulises, (capítulo 17). 1921.
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