Tigo Une no me deja cancelar un servicio que no me presta desde el 21 de marzo de 2020. Los asesores telefónicos dilatando y programados como robots para hacer ventas agresivas, a través de falsas promociones de buen servicio, además de ocho correos electrónicos de solicitudes mías y respuestas inconclusas de parte del personal de Tigo.
El sábado 13 de junio logro que me atiendan en la oficina de Tigo Oviedo, donde radiqué nuevamente, en medio físico, la reclamación desde marzo y la solicitud de cancelación, y me dicen que debo esperar hasta el 9 de julio a que respondan, es decir, otro mes más que me cobran sin funcionar ni prestar el servicio de Internet y Telefonía, Tigo Hogar.
Con todo el desgaste y pérdida de tiempo durante tres meses y el dinero cobrado, me siento robada, estafada por Tigo Une.
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Es desmotivador que existan compañías de servicios en Colombia que abusen tanto del cliente y solo le pongan los obstáculos posibles para no solucionarle nada y mantenerlo amarrado a un contrato anual sin cumplir.
Pensé que estos abusos al consumidor solo ocurrían con entidades del sector público, algunos bancos y personas malintencionadas: qué baja cultura la del “vivo que vive del bobo”, la que hoy nos tiene como estamos: sin deseo de comprar, sin interés de volver a utilizar malos servicios y, lo peor, con pérdida de confianza.
Con estas difíciles experiencias, comprar ya dejó de ser un placer para convertirse en una ruta larga y deshumanizada.
Por: Carlota Castrillón González