La riqueza de nuestro patrimonio alimentario sabe a alegría, a la cocina de la abuela, a café y maíz, a tamal y mazamorra, también a chócolo y chocolate. ¿Y el futuro?
Esta fue la pregunta que invitamos a responder a los asistentes del Glocal Food Fest y de Expo Agrofuturo, ferias importantes que tenían como hilo conductor el alimento y que reunían a personas de todo el sistema: una oportunidad de intervención importantísima que no podíamos dejar pasar. Nuestro propósito: generar sentido de pertenencia por medio de la interacción, para así poder valorar y cuidar lo nuestro.
La propuesta se materializó en un Laboratorio sensorial de biodiversidad alimentaria, donde exhibimos una muestra que reunimos con la ayuda de amigos, campesinos, productores, guardianes de semillas y plazas de mercado de diferentes regiones de Colombia. Catalogamos y rotulamos alrededor de 200 alimentos, incluyendo variedad de frutas, verduras, tubérculos, leguminosas, semillas, hojas, especias, flores y follaje.
La experiencia invitaba a hacer un recorrido, comenzando por responder a la pregunta: ¿A qué sabe Colombia? Una superficie grande fue el lienzo para que cada quien compartiera sus ideas. Para algunos, Colombia sabe a alegría, para otros a la cocina de la abuela, o a café y maíz, a tamal y mazamorra, también a chócolo y chocolate.
Algunos alimentos colgaban del techo, otros en burbujas de cristal, permitiendo así, observarlos por todos sus ángulos. Hojas de plátano, trozos de madera, platos de barro y contenedores de vidrio, exhibían las estructuras vegetales como tallos, hojas, raíces y flores. Había yuca, cacao, ajíes, cereales, tubérculos, semillas, entre otros.
El recorrido estaba dividido en tres secciones: la primera, con el propósito de mostrar sabores del mundo que no serían posibles sin lo nuestro, como por ejemplo la vainilla o el cacao. La segunda era una muestra de ingredientes, unos desconocidos como las chauchillas andinas, otros más comunes, pero con sus distintas variedades, como el frijol vida, el maíz pano y el ají cascabel. Los alimentos se acompañaron de cartillas con información, juegos, adivinanzas y datos curiosos. Otra estación invitaba a adivinar alimentos utilizando el sentido del olfato. Había olor de miel de Angelita, cascarilla de cacao, algarrobo y vainilla.
Luego de recorrer y valorar nuestra biodiversidad alimentaria, preguntamos: ¿A qué sabe el futuro de Colombia? Entre cientos de respuestas, a alguien le sabe a esperanza acompañada de agua de panela caliente, a otro a sueños dulces y a bailes picantes, varios coinciden con unión y paz, también a maíces de colores, casabe y piña.
Con esta experiencia facilitamos que miles de personas tuvieran la oportunidad de explorar la riqueza de su patrimonio alimentario, reconocer la labor del campo, aprender sobre nuevos alimentos, recordar sabores y saberes y de reflexionar al preguntarse acerca del futuro de Colombia.