A propósito de Milton

Las autoridades vaticinaban catástrofes y hacían recomendaciones macabras: estamparse en la piel el nombre completo, para facilitar el reconocimiento de los cuerpos. Hasta que Milton entró por la costa oeste de la Florida e hizo los desastres que quiso, los cuales, por fortuna, fueron menos letales de lo que se esperaba. Historia conocida. 

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La amenaza que hoy nos ocupa es distinta, no obedece a fenómenos naturales. Y si bien es tan patente como la que emanaba del ojo del huracán cuando se pavoneaba sobre el océano, en categoría cinco, es menos evidente. Se rige, sí, por idéntica ecuación: a más temperatura del mar, más fuertes los vientos; a mayor calentura en la economía y la política de las naciones, mayor desbordamiento de sus líderes, mayor apego al poder, mayor desconsideración con sus detractores.

Me refiero a la amenaza del nuevo orden mundial que se fragua frente a nuestros ojos. A medida que la aldea se hace más global, las sociedades que la conforman se fragmentan en grupúsculos. Todo lo que sucede cerca o lejos, bueno o malo, nos ha acostumbrado al espectáculo y adormecido a la realidad, bajo la tiranía de los algoritmos. Somos víctimas de la híper conectividad.

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(¿Podrán denominarse líderes tantos dictadorzuelos que andan sueltos por ahí, con los egos inflados como sapos y los bolsillos repletos de patentes de corso para señalar quién debe vivir, quién morir, cuál pueblo hay que salvar, cuál exterminar?)

Por fortuna tenemos uno que otro meteorólogo –intelectuales, analistas, humanistas- del estilo del que rompió en llanto frente a las cámaras, al referirse a la catástrofe que se avecinaba en Estados Unidos, el veterano John Morales. Lanzan gritos sensatos, perentorios y valientes, respecto de la reacción urgente que necesita la humanidad, para retomar el rumbo que la mayoría de sus dirigentes ha perdido. No es sino mirar por los lados de Israel, Irán, Rusia, Corea, China, Sudán, Myanmar… No es sino mirar por los lados de nuestro hemisferio, del vecindario, de Colombia… El terreno está abonado para cualquiera de los Milton que nos asechan. Está enrarecida la geopolítica, se debilita la democracia.

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Uno de los “meteorólogos”, el ensayista holandés, Rob Riemen, fundador de Nexus, un foro para el debate intelectual independiente, dice: “Estamos ante una crisis civilizatoria y estamos perdiendo la perspectiva esencial, la que nos permite entender qué significa ser un ser humano. Sólo desde allí podemos reflexionar y actuar… Tenemos una naturaleza doble; un lado bueno y otro malo. Podemos elegir la vida o podemos elegir la muerte… Vivimos en una suerte de estupidez organizada que provoca, entre otras cosas, una amnesia de la historia… El poder y las élites nos quieren estúpidos, porque si no lo fuéramos, no votaríamos por el sinsentido… Los extremistas, de izquierda o de derecha, son inteligentes, pero la inteligencia puede llevar a la mayor estupidez: la cancelación… Ya no hay más cultura, ya nadie habla de sabiduría. No advertimos que la vida es búsqueda y es el humanismo el que ofrece el centro para evitar los extremos”. Quedamos advertidos: los vientos están tocando tierra y pueden ser devastadores.

ETCÉTERA: ¿Evacuaremos, nos esconderemos, nos conformaremos, resistiremos?  

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