A propósito de El Polígrafo del Sótano de Palacio del que tanto se ha hablado en los últimos días en Colombia, existen rumores, en los pasillos del Congreso, sobre un proyecto de ley para declarar al famoso aparatejo como nuevo elemento obligatorio del kit escolar del alto gobierno. No para saber cuándo sus miembros dicen mentiras, eso se da por descontado; para saber cuándo, por equivocación, se les escapa una verdad. Y pasen la prueba. (Ardua tarea le espera al pobre).
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¿Pasarían la prueba los trinos de un presidente que gobierna con las yemas de los dedos adheridas a la pantalla del celular?, ¿las pasarían las acusaciones mutuas, energúmenas y prepotentes, que se han cruzado con el fiscal Barbosa?, ¿las pasarían los argumentos peregrinos que esgrime Francia Márquez para justificar su lujuria viajera cada vez más alejada de los Nadies y las intervenciones erráticas de la eterna aprendiz del ministerio de Minas?
¿Pasarían la prueba Nicolás Petro -el primogénito que papi Gus no crio- y su ex, que canta de maravilla a capela?, ¿la pasaría el Comisionado, Danilo Rueda, que con las flores que echa al ELN no deja claro para quién trabaja?, ¿las pasaría Juan Fernando Petro de Calcuta con su versión edulcorada de las visitas a las cárceles?, ¿las pasaría la senadora Clara López -exponente de la izquierda exquisita-, con las disculpas que ofreció tras minimizar la chuzada a una “sirvienta”?, ¿las pasaría el embajador ante la ONU, al llamar simple error no haber votado en el momento adecuado a favor de la ayuda de la OMS a Palestina?
¿Alguno de los implicados en el caso Marelbys-Benedetti-Sanabria, pasaría la prueba? Porque, así como la ex niñera, los otros dos protagonistas: Armandito, que para armar líos se tiene confianza, y Laura, que días antes del escándalo posó poderosa frente a las cámaras, también deberían ser invitados a visitar ese sótano. Y el director y el productor y el guionista… Y los actores secundarios y los de reparto y… Mejor dicho, si el polígrafo tira de la manta, sálvese quien pueda.
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Es que alrededor de este largometraje repleto de intriga, poder y traición, no hay sino interrogantes: ¿cuál es la manía que tienen los del Pacto de guardar en sus viviendas millonadas en efectivo?, ¿sólo había dinero en la maleta de la discordia y cuánto al fin? ¿de dónde venía y para dónde iba y a qué se destinaría?, ¿por qué el embajador en Caracas viajaba al escondido de la Cancillería; quién le financiaba los vuelos?, ¿por qué si había despedido a Marelbys Meza por sospecha de robo, no le advirtió a Sarabia o por qué ella sabiéndolo, la contrató?, ¿por qué y cuándo Benedetti dejó de querer a Sarabia “como una hija”?, ¿por qué, en uno de sus ataques de furia habituales, insinuó que la jefa de gabinete mandaba a chuzar teléfonos, antes de que se conocieran dichas chuzadas?, ¿por qué dispara amenazas con regadera; sabe demasiado?, ¿por qué la ex niñera armó el escándalo por las fechas en que voló en chárter a Caracas con su antiguo patrón?, ¿por qué Petro actúa como si la cosa no fuera con él mientras Colombia va al garete?, ¿por qué se respira cierto aire podrido en el ambiente?…
(¿Por qué, en ocasiones, me maltrata este espacio?)
ETCÉTERA: ¡Qué asco el poder!, no hay polígrafo que lo resista.