A cinco años de la firma del Acuerdo de Paz, no logro ver la luz al otro lado del túnel.
Cuando vi, en un noticiero, a una mujer de blanco hasta los pies vestida, con un micrófono en una mano y una copa en la otra, recordando con la voz quebrada por la emoción a ese ser de gran calidad humana, amigo de los pobres, defensor de las mujeres, ejemplo de fraternidad, poseedor de un equilibrio perfecto entre autoridad y ternura, y de gran corazón, me emocioné y a punto estuve de empinar también el codo.
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Qué importa, pensé, Francisco de Asís se merece que por una vez deje de lado el agua con gas. ¡A brindar con este grupo de animalistas agradecidos!, alcancé a exclamar. Aunque sí me parecía rarongo que, en lugar de llamarlo San Francisco, como lo hacemos los del común, lo llamaran Mono a secas. Gente tan confianzuda.
Solo cuando la encargada del brindis alzó la izquierda e invitó a los asistentes a hacer lo propio, con estas palabras: “¡Salud por el Mono, camaradas! ¡Por la revolución y que viva Colombia!” y todo fueron vivas al “comunista integral”, caí en cuenta de que el homenajeado no era aquel italiano bondadoso, amigo de los lobos, sino uno de los lobos más sanguinarios de la terrible (temible) historia de las Farc. Y de que los allí presentes no eran gente del común, sino de Comunes que es diferente.
Desmemoriados ellos, pasaron por alto, entre otras naderías, las 62 órdenes de captura, 5 condenas, 12 medidas de aseguramiento y 2 peticiones de extradición que pesaban sobre los hombros de Jojoy; el Bloque Oriental que bajo su comandancia era el mayor reclutador de menores en esa guerrilla; la toma de Mitú, los secuestros del Edificio Miraflores en Neiva y de un avión en pleno vuelo, el ataque a la base militar de Las Delicias, la bomba de El Nogal; las jaulas cercadas por alambres de púas donde el tierno cabecilla encerraba a los secuestrados, las mujeres violadas, los abortos obligados.
(Aunque al Mono lo vistan de seda…)
No sé ustedes, pero yo cada vez entiendo menos de lo que está pasando o dejando de pasar con la implementación de los Acuerdos. No logro ver la luz al otro lado del túnel de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
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Era obvio que lo firmado en La Habana no era la paz; era apenas la largada de la carrera por alcanzarla. Solo que el camino resultó bien culebrero. Empedrado con recelos, venganzas, traiciones, mentiras, garroteras, oportunismos y un Nobel antes de tiempo.
Ah, y con una falta de sindéresis, en este caso proveniente de los ex Farc, que francamente. Ensalzar a semejante personaje, además de que es un irrespeto a los colombianos, es reflejo de que la empatía con las víctimas es cero. (Podrían aparentar un tris de compasión).
ETCÉTERA: En cuanto a las declaraciones de Sandra Ramírez, hoy Segunda Vicepresidenta del Senado y ayer compañera de “Tirofijo”, a un programa radial: “Los secuestrados tenían comodidades, su camita y cambuche”, nada qué decir. O sí: las palabras pronunciadas son como las flechas disparadas: no tienen reversa. (Ya para qué disculpas). Menos mal nos quedó claro, eso sí, que lo que doña Sandra y sus Bang Bang hacían en la selva, era regentar una cadena de hotelitos rurales con encanto. Y nosotros, malpensados, creyendo otra cosa.