Uno debe tener derecho a llegar a la casa un martes después de una jornada intensa, poner una carne de res al fuego y acompañarla con Malbec. Una copa. ¡La botella piccolo o split lo permite!
Por supuesto que el formato ideal es el de 750 ml., porque podemos compartir, a razón dedos copas y dos compañeros de brindis; y sin duda, un buen vino, uno delicioso, uno memorable, como el que me tomé la semana pasada -el australiano 19 Crimes, que es una lástima que no se consiga en Colombia-, debería venir en tamaño magnum, que equivale a dos botellas, y tal vez en jeroboam, cuatro, para repetir más y compartir mucho; sin embargo, no me digan que la botella pequeña no deja de tener su magia.
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Claro, porque uno debe tener derecho a llegar a la casa un martes de esos de noches lluviosas, poner una carne de res al fuego, con una buena ensalada y acompañarla con Malbec. Una copa. O unir un lomo de cerdo o un pollo a las finas hierbas con Merlot y qué decir de unos buenos quibbes con Syrah. Y hay más gama de disfrute en los blancos: pollo asado con Chardonnay o pizza Margarita con Torrontés. Aplican, sin condiciones, también para lunes y miércoles con o sin lluvia y desde el juernes en adelante.
Y todo en formato pequeño, en una sola copa o en dos, porque no siempre hay tiempo, energía y compañía para disfrutarse 750 ml. y porque, contrario a lo que se cree, los restos que quedan en la botella que no pudimos terminar no se ponen mejores con el tiempo ni la nevera los blinda de la muerte de aromas y sabores. Sí, punto final a la discusión: el vino abierto empieza a oxidarse tan pronto retiramos el tapón, venga del país que venga y de cualquier cepa y color. Dos días después del descorche, la gracia que ofrece es poca.
Este formato, que se conoce como piccolo, split y Benjamín, también como cuarto de botella, pero es un nombre poco chévere, “es el adecuado para vinos jóvenes y cotidianos”, me respondió la sommelier Adriana Morales cuando le planteé el tema.
“Sin embargo la calidad no es relevante”, añadió. Por fortuna, cada vez más productores en el mundo lo están usando para ofrecer mejores contenidos y así lo pude certificar con el 19 Crimes y con otros ejemplares argentinos, chilenos y españoles que se consiguen en Colombia. Ahí le dejé el reto a Adriana para que salga de búsqueda.
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Y hay una ventaja adicional, que le leí a James Suckling en su columna de Wine Spectator, a propósito de vinos en botella de 750 ml. que por alguna razón no nos alcanzamos a terminar. Suckling propone beber lo que podamos y lo que se nos antoje, llevar por un embudo los restos a una media botella vacía y tapar. La ausencia de aire, por el formato menor, evitará la destrucción de aromas y sabores. “Por eso siempre tengo alguna media botella vacía en casa”, dice el gran conocedor.
Por estas buenas razones, ¡larga vida a las botellas media y piccolo! Uno debe tener derecho a tomarse una buena copa de vino, una sola.