Los países miembros de las Naciones Unidas, en un esfuerzo por establecer metas globales de prosperidad y sostenibilidad, acordaron diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Su búsqueda inició en 2016 y se evaluará en 2030.
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Por primera vez, uno de estos objetivos globales se enfoca específicamente en los asentamientos humanos (ciudades y pueblos). El llamado objetivo urbano es el número once (ODS #11) y busca “lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles”. Cada ODS, además, tiene una serie de metas que ayudarán a monitorear su alcance. En el caso del objetivo urbano, algunos ejemplos son asegurar el acceso a vivienda, implementar sistemas de transporte seguros y accesibles para todos, proteger del patrimonio cultural y natural, garantizar acceso a zonas verdes y espacios públicos, y reducir el impacto ambiental de las ciudades. Finalmente, se proponen algunos indicadores, aunque cada ciudad debe buscar la manera de traducirlos a su contexto y a sus realidades sociales, económicas y políticas.
Algo así como el 55% de los humanos vivimos en ciudades. A 2050, se espera que esta cifra aumente a 70%. Algunos países, como es el caso de ciertas naciones africanas, aún no llegan al 50%. Otros, como Colombia, hace rato superaron este hito. Este dato nos da una pista acerca de dónde ocurren gran parte de las acciones que causan los problemas que enfrentamos y dónde surgen las soluciones a ellos. Aún más importante, nos dice algo acerca de la relación de las ciudades con todos los ODS, no sólo con el #11: por ejemplo con el ODS #1 (Fin de la pobreza), el #3 (Salud y bienestar), con el #6 (Agua limpia y saneamiento), con el #10 (Reducción de las desigualdades), con los #14 y #15 (Vida submarina y terrestre) y con el #16 (Paz, justicia e instituciones sólidas).
Conscientes de esta condición, los grupos del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (URBAM) y el Grupo de Investigación en Economía Espacial (RiSE), ambos de la Universidad EAFIT, trabajamos en conjunto con otras cuatro universidades y centros de estudio alrededor del mundo, como parte del proyecto PEAK-Urban, financiado por el gobierno británico.
En URBAM, por ejemplo, nos enfocamos en entender cómo los ODS se pueden integrar a la planificación de las ciudades para garantizar su implementación y cómo se puede involucrar de una mejor manera a los ciudadanos en el proceso. También nos ocupamos de los barrios autoconstruidos y de sus características, así como de las historias de las personas que los construyen y habitan. A través de estudiar la ciudad, buscamos entender cómo esta influye sobre ODS como el #1, el #10, el #11, el #16 y el #17 (Alianzas para lograr los objetivos).
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Por su parte, RiSE se preocupa por entender las dinámicas de crecimiento de la ciudad y aportar herramientas costo-eficientes para predecirlo y prepararse para los retos que trae consigo. Así, se abordan los ODS #1, #6, #9 (Industria, innovación e infraestructura), #11 y #16, por ejemplo. También buscan analizar el impacto que tienen los espacios públicos verdes y la movilidad sobre la calidad de vida de los ciudadanos (ODS #1, #3, #5 (Igualdad de género), #11 y #15). Finalmente, otro enfoque busca analizar los sistemas de estratificación, con la intención de mejorarlos para impactar positivamente la vida de los ciudadanos (ODS #1, #8 (Trabajo decente y crecimiento económico), #10, #11 y #17).
Las ciudades tienen muchos aspectos positivos y muchos negativos. Nos guste o no, han sido una de las soluciones más eficientes que hemos encontrado para vivir, trabajar y prosperar como especie. Pero algo es claro: está en nuestras manos dirigir su rumbo para que no sólo mejoren nuestro pasado y sostengan nuestro presente, sino, y aún más importante, para que garanticen nuestro futuro.