Diferentes voces le piden al alcalde de Medellín que “desarme” su lenguaje. En otras palabras, un llamado a las buenas maneras.
En 1958, Sofía Ospina de Navarro publicó el libro Don de gentes. Nieta, sobrina y hermana de expresidentes, doña Sofía alzaba con soltura su voz de mujer en un mundo de hombres. Y, con la misma sabiduría con la que escribió un tratado de cocina que trascendió por varias generaciones, se tomó el trabajo de compilar un manual de buenas maneras; “un manojo de simples observaciones sobre la vida social”, como dice ella en el prólogo. Y, entre sus páginas, una frase que debería estar inscrita en piedra a la entrada del piso 12 de La Alpujarra: “Hay que estudiar la urbanidad antes que la política”.
Urbanidad, dice ella, usando esa bonita palabra que viene del latín urbanitas, y comparte raíz con urbe, urbis, ciudad. “Cortesía, comedimiento, atención y buen modo”, dice el diccionario de la RAE. Una cualidad plausible en todo ser humano, pero obligatoria en los altos dignatarios.
Mucho se ha hablado en Medellín y en el país acerca de los últimos acontecimientos que han enrarecido el ambiente y que ponen a tambalear los cimientos de instituciones que se han ganado a pulso el respeto de la ciudadanía.
Pero lo que más llama la atención es que voces calificadas que surgen de los medios de comunicación, los gremios, la academia y diversas organizaciones civiles han coincidido en señalar la forma desobligante en la que el alcalde está manejando -y generando, a veces- los conflictos. Voces diversas hablando de la necesidad de rescatar las buenas maneras.
El gerente saliente de EPM, Álvaro Guillermo Rendón, en una entrevista radial, sacó los trapitos al sol: “El alcalde es una persona que se encerró a no oír”. Los problemas en esta entidad insignia despertaron la alarma en todo el país. Lo dijo el periódico El Espectador: “Daniel Quintero continúa demostrando que su estilo en Medellín es napoleónico”. Al unísono, el periódico El Colombiano: “Disociar es fácil, pero gobernar construyendo el largo plazo es de hombres maduros, de talante y con visiones unificadoras y generosas…”. Y la revista Semana: “… es fundamental que el alcalde no siga confundiendo los beneficios de los derechos de propiedad del municipio sobre la empresa, con sus principios y motivaciones personales”.
No cabrían en este espacio la cantidad de mensajes en el mismo sentido que han circulado en todas las redes sociales. Ecuánimes, algunos; altisonantes, la mayoría. El mal ejemplo cunde. Pero sí es menester destacar el pronunciamiento del Comité Intergremial de Antioquia: “Invitamos a la alcaldía de Medellín para que ‘desarme’ su lenguaje”. Es el clamor de una entidad que reúne a 5 cámaras de comercio del departamento y 29 gremios económicos. Voces diversas que han aprendido, durante muchos años y después de múltiples dificultades superadas, que la unión hace la fuerza.
“Una realidad tan compleja como la que afrontamos -dice-, en medio de la crisis socioeconómica vigente, demanda de todos los actores públicos, privados, gremiales y académicos, una estatura moral e institucional capaz de construir sobre la diferencia y dialogar sin ofender”. Don de gentes, como diría doña Sofía.