A raíz de los últimos eventos de inundaciones en nuestra ciudad, y en otros sectores del Área Metropolitana, cada vez más periódicos y recurrentes, no pude dejar de pensar en mi infancia, la cual pasé en el barrio Belén.
En esa época mi padre nos llevaba de paseo al parque de Envigado. Para llegar a ese municipio el paisaje que lo llenaba todo, cuando observaba las laderas de El Poblado, era pura naturaleza, donde lo único que contrastaba, en medio de tanto verde, era la cúpula del Seminario Mayor. Cómo es de diferente hoy.
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Desde los años setenta, pero muy acentuado durante el presente siglo, se presentó una indiscriminada urbanización del mencionado sector, ante el aval o indiferencia de las autoridades. Las zonas silvestres y casas fincas fueron reemplazadas por torres de apartamentos, unidades de casas, centros comerciales o grandes superficies, con sus vías internas y parqueaderos. Se nos esfumó ese pulmón verde que tanto nos servía.
Y con esto se generó un evidente cambio de uso del suelo, como si no importara. Y claro que sí importa. Por eso la naturaleza nos está enviando señales, las inundaciones, por nuestra tozudez al pensar que eso se podía hacer impunemente.
Para proceder con los citados cambios, en su momento se intervinieron muchas de las quebradas que atraviesan este sector oriental del Valle de Aburrá, variando sus cauces o construyendo encima de ellos o invadiendo sus zonas de retiro o de amortiguación, colchones naturales, en las que se atenúan los efectos iniciales de las lluvias.
Estas modificaciones del suelo que componen las cuencas, integradoras de caudal, tienen como lógica consecuencia la eliminación o disminución de las zonas de amortiguación de las aguas lluvias, que antes eran verdes y permeables; ahora o no existen o son superficies duras e impermeables, como el asfalto o el concreto. Lo que la naturaleza demoró miles de años en equilibrar, nosotros nos tomamos muy poco tiempo en modificar, en deteriorar.
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Cuando llueve, en condiciones naturales, el agua que cae en las zonas de amortiguación se almacena y gradualmente drena hacia las corrientes receptoras, lo cual permite que los caudales que transportan tengan más regularidad en el tiempo. Pero cuando las citadas zonas son cambiadas por espacios impermeables, la lluvia no tiene por dónde infiltrarse y se desplaza rauda por la superficie, hasta llegar a las corrientes, generando la concentración de grandes caudales en poco tiempo. Así las quebradas no pueden transportar tanta agua y se desbordan.
Por otro lado, reconociendo que tenemos un buen sistema de alcantarillado, cuando se presentan lluvias muy intensas, este es insuficiente en muchos sectores y no tiene la capacidad para recibir y transportar tanta agua.
No podemos seguir pensando que solo con más infraestructura o con decretos administrativos, o modificando los POT, vamos a seguir superando estas situaciones físicas, producto de muchos años de errores acumulados. No, vamos a tener que volver a lo básico, ser más creativos para respetar lo que significan las cuencas, para evitar seguir viendo muchas quebradas desbordadas de su cauce natural. Y, mientras tanto, a mejorar la protección de las laderas de nuestro Valle de Aburrá, o lo que queda de ellas.
Por:Guillermo Morales Zapata
Ingeniero sanitario. U. de A.
Jubilado EPM