/ Juan Carlos Franco
Medellín, noviembre 14 de 20xx. “La dirección del Área Metropolitana del Valle de Aburrá se permite informar a la comunidad que en la mañana de hoy, en inmediaciones de La Aguacatala, fue detectado un vehículo de servicio público cuyas emisiones de humo claramente superaban los límites permitidos. Esta entidad ha procedido de inmediato a inmovilizar el vehículo y a instaurar el correspondiente denuncio ante las autoridades ambientales y de tránsito de la ciudad. La empresa propietaria deberá pagar una cuantiosa multa, establecida por ley, por afectar el aire que respiran 4 millones de antioqueños. Finalmente, la directora de la entidad defendió los excelentes resultados de la medida implementada hace algunos años, mediante la cual se asignaron 30 inspectores a la vigilancia y control de emisiones vehiculares a lo largo y ancho del Valle de Aburrá”.
Por supuesto, lo anterior no corresponde a la realidad. Ni siquiera se acerca a kilómetros. No, es que no hay la mínima señal de que esto pueda ocurrir en el mediano plazo. Bueno, el Área sí trabaja por defender el río. Hace poco estuvieron muy activos luego de notar sospechosos colores en el agua.
Pusieron expertos, investigaron y denunciaron a las empresas culpables de los vertimientos. Los periódicos y redes sociales dieron gran divulgación a las noticias. Y luego, sin duda, se asegurarán de que se hagan los correctivos.
Pero por el aire, no se ve ni se oye nada. Tampoco se huele nada, al menos nada diferente a más y más humo. Los ciudadanos asistimos impotentes al espectáculo diario de que cualquier vehículo tiene libertad absoluta para contaminar lo que considere necesario. No importa si es grande o pequeño, camión, bus, automóvil o moto, nadie nunca le impedirá circular por el Valle de Aburrá, aun si va dejando tras de sí una negra estela tóxica, visible a cuadras de distancia.
Si los municipios del Área quieren volverse serios en este sentido, es obligatorio montar un control de emisiones in situ. Es decir, que se detenga al vehículo mientras circula. No para ver si tiene el certificado de gases vigente (seguro lo tendrá), sino para inmovilizarlo y asignarle una importante multa al dueño del mismo. No sobraría acompañar el comparendo con fotos del vehículo infractor en plena flagrancia. No serían fotos de las cámaras de fotomultas sino tomadas por los propios inspectores momentos antes de detener al vehículo.
No es aceptable que en una ciudad como Medellín, situada en un valle profundo y con poca circulación de aire, hayamos decidido ser totalmente estrictos con el automóvil que circula a 67 Km/h en una zona marcada con límite 60, mientras somos totalmente laxos con la volqueta que pasea sus humos y la desidia de su mantenimiento por toda la ciudad. Al titular del vehículo que circuló 10 % más rápido de lo permitido, o al que lo agarró el pico y placa así sea por cinco minutos, y tuvo la mala suerte de pasar por una cámara, le metemos multa y curso y le impedimos venderlo hasta que pague el último centavo de sus infracciones. Aunque sean faltas pequeñas, aunque sean en un único punto de la ciudad y aunque su efecto sobre el resto de la población sea bajo. Pero al dueño del camión, volqueta, bus, buseta, carro o moto que circula por todo el Valle, contaminando el aire que respiramos todos, no le decimos nada. No le cobramos un peso, no le tomamos foto, no lo obligamos a hacer curso, no le impedimos vender su vehículo, etcétera.
¿Dónde está nuestro sentido de la prioridad? Como siempre, seguimos prefiriendo lo fácil a lo importante.
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