El mundo del arte y de los artistas está lleno de nombres o conceptos que parecen generar un distanciamiento en muchas personas; pero sería necesario reconocer que todos los trabajos, y no solo el arte, tienen un vocabulario propio y que, en el fondo, los conceptos del arte se refieren casi siempre a ideas muy sencillas y directas.
Ante la apertura del “Salón (inter) Nacional de Artistas Saber Desconocer” en Medellín, cabe preguntar qué es un Salón, por qué se llama así, quiénes lo organizan y bajo qué criterios, y en qué se distingue de una exposición de arte como las que habitualmente vemos en galerías y museos.
Empezando por el final, puede decirse que no existe una diferencia importante entre los eventos que llamamos salones, exposiciones, exhibiciones y muestras. En efecto, nosotros todavía visitamos el “Salón Nacional de Artistas”; pero resulta claro que durante mucho tiempo los españoles hablaron de la “Exposición Nacional de Bellas Artes” y los ingleses de “exhibiciones anuales” para referirse al mismo tipo de acontecimientos artísticos.
El origen del nombre “salón” no procede del mundo del arte sino del uso corriente del idioma. Si se busca en el Diccionario de la Academia de la Lengua, será claro que la palabra no tiene relación directa con el arte. “Salón” es, ante todo, un aposento grande dentro de una casa; es el aumentativo de “sala”. Y si se mira en una página web como Wikipedia, se encontrará que, curiosamente, se confirma lo que aparece en el Diccionario: bajo los posibles significados de “salón” no aparece ni siquiera una referencia a un “salón de arte”.
“Salón” se llamaba una de las salas más grandes del Palacio del Louvre en París, justamente porque era una sala grande; era el “Salón Cuadrado”. Cuando en Francia, en los siglos 17 y 18 se empezaron a organizar con cierta regularidad unas grandes exposiciones de arte que pretendían presentar una cantidad muy importante de las obras que se producían permanentemente en el país, surgió la necesidad de contar con un espacio amplio para ese propósito. Y entonces se escogió el “Salón Cuadrado” del Louvre. Con el paso del tiempo, el nombre del lugar acabó tomando el puesto de lo que en él se realizaba; se cambió el contenedor por el contenido, un proceso que es muy frecuente en el lenguaje, como cuando hablamos de un vaso de agua o de fumarse una pipa. Así empezó a hablarse del “Salón de Bellas Artes”, aunque después de cierto tiempo ya no se presentara en el Louvre. Y fue una institución oficial y muy conservadora que en Francia duró hasta finales del siglo 19, cuando fue reemplazada por otras exposiciones de arte más particulares que, curiosamente, siguieron llamándose “salones”, aunque fueran independientes y revolucionarias.
De la influencia francesa tomamos nosotros el uso de la palabra. Y es un uso muy especial. De hecho, son muy pocos los países donde todavía existen los salones nacionales de arte, pero eso es un problema de tradiciones: mientras en Colombia se abre el Salón 43, en Argentina se celebra el 101.
En general, nosotros reservamos el nombre de “Salón” para eventos que se convocan con cierta regularidad (Salón del Magisterio, Salón de Acuarelistas, Salón de Arte Fotográfico, etc.) y que casi siempre se hacen por concurso y con premios (aunque ya no ocurre así en el Salón Nacional); en cambio, llamamos “exposición” a presentaciones más puntuales y, hasta cierto punto, más circunstanciales.
Pero eso nos lleva a preguntar cómo y quién organiza estos distintos tipos de evento. Necesitamos, pues, hablar de la figura de los curadores en una próxima ocasión.