Que sepan los lectores que en estas crónicas van a estar presentes tres mujeres que salieron de los libros del escritor brasileño Jorge Amado. Llegaron hasta mí desde sus letras los nombres de Flor, Gabriela y Teresa, y con ellas el deseo, la mansedumbre, el delirio, el estado de naturaleza y la historia de Brasil encarnada en una parábola con nombre de mujer.
Pues bien, voy a empezar con Florípedes Paiva Guimaráes, para los amigos, Flor, quien fundó una escuela de cocina, la más admirada, llamada Sabor y Arte, asistida por mujeres empeñadas en hacer los mejores platos bahianos. Flor estaba casada con Vadinho un tipo jugador, mujeriego y mentiroso. En tanto que la escuela estaba en marcha, Vadinho no trabajaba, se la pasaba en los casinos y fueron muchas las veces en las que Flor pasó la noche en vela.
De los carnavales en Brasil Vadinho era cliente fijo, en el último que participó se disfrazó de bahiana; debajo de la falda se colgó una mandioca y se maquilló como una mujer. Así y todo se lo llevó la parca siendo un hombre joven; sin embargo, todos sus órganos estaban enfermos, lo decía el certificado de defunción que le dieron a su esposa. Las amigas opinaron que se murió de carnaval, hasta doña Rozilda, la suegra, de quien decían que era como un “purgante”.
Las noches de amor de Vadinho y Flor eran intensas, dice el autor que no hubo rincón del cuerpo de ella que no hubiera sido amado por el juerguista, y mientras estaban juntos la cubría de palabras sensuales y amorosas, para él la escuela de cocina se llamaba Saborearte. Así conquistó su deseo, y el deseo la mansedumbre de Flor, pues era la cabeza de familia, y la que perdonaba las innumerables faltas de Vadinho.
Después de un tiempo de vigilada viudez, Flor se casa con el farmaceuta Teodoro Madureira, la antítesis de su antiguo amor. Cualquier noche vuelve Vadinho al lecho de Doña Flor para ayudar a la fogosidad avivada en ella, quien lo llama con el deseo y hacen el amor como en los mejores tiempos, en presencia de Teodoro, inocente el farmaceuta de la existencia del espíritu o del fantasma.
No es ficción, Doña Flor, quien personificó el deseo y la mansedumbre, vivió con dos maridos, uno Teodoro y el otro Vadinho, fruto del delirio o de una cuerda locura, nacido de su pasión, quien llegó a decir: “Vadinho, mi fuerza es tu deseo”.
Por: Laura Cecilia Bedoya
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