Un adolescente entusiasta y algo hiperactivo camina por el museo de antigüedades, cuya administración y cuidado le han encargado recientemente. Para muchos de manera inexplicable, pero tal vez por su verbo envolvente.
Mira con detenimiento los delicados artículos exhibidos, comentando que algunos de ellos no le gustan y que seguramente él los habría hecho más bellos. Y que ya va siendo hora de reorganizar la exhibición porque los tiempos han cambiado.
Lo dice con tanta convicción y juvenil entusiasmo, que agita los brazos y golpea un antiguo jarrón, que al caer al piso se rompe en pedazos.
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Los guías y guardias del museo, además de algunos visitantes, comentan en voz cada vez más alta que el jarrón se cayó y se quebró. Y que vieron cuando el adolescente-jefe lo tumbó. Afirman que era la pieza más valiosa del museo, la que más cuidaban desde hace tantos años, la que enorgullecía a los habitantes de la ciudad y atraía visitantes de todo el mundo. “La joya de la corona”, le decían al jarrón.
El adolescente se vuelve y dice que sí lo quebró, pero todos tranquilos, de todas maneras estaba ya muy viejo y cualquier día se caía solo. Fácilmente lo volveremos a pegar, no hay de qué preocuparse porque al fin y al cabo yo estoy a cargo y todo lo tengo previsto.
Los guías y guardias del museo renuncian en bloque.
Allá ellos, rápidamente serán reemplazados, gente es lo que sobra. Y si no hay aquí, la traemos rápido desde Bogotá. Todo estará bien, ¿para qué preocuparse tanto? Los bancos nos seguirán prestando igual que ahora, no armen tanto escándalo que esto es totalmente normal…
De vuelta a la realidad, lo que hemos visto en las últimas dos semanas alrededor de EPM es inaceptable, fruto de la falta de criterio y de experiencia en el manejo de entidades complejas.
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Por más que traten alcalde y gerente de explicar que la decisión de iniciar la conciliación-demanda contra el consorcio constructor era inevitable y no daba tiempo de consultas, a pocos han convencido. Difícil encontrar alguna decisión con mayor necesidad que esta de discusión profunda y orientación por parte de una junta directiva.
Desde enero de este año la coyuntura debió haber sido prevista, destacada con sentido de urgencia y administrada. Así se manejan todas las empresas serias y así actúan todas las gerencias y directorios que sí van para alguna parte: combinando las miradas de corto, mediano y largo plazo.
Caramba, al parecer el jarrón no se está dejando volver a pegar. Y no propiamente por culpa de los guías o guardias del museo…