/ Esteban Carlos Mejía
La mirada de la doctora Adriana Masieri Kappos es clara y firme. Su voz irradia seguridad y confianza. Comparte lo que sabe sin egoísmos ni esoterismos. Llama a las cosas por su nombre, al pan, pan, y al vino, vino. Es argentina, porteña, pero vive en Santiago de Chile. Viaja por Suramérica formando terapeutas familiares, asesorando a educadores y ayudando a jóvenes y adultos en trances de adicciones, estrés y traumas. Ha estado 22 veces en Medellín. Se define como “una mujer comprometida con su tiempo y con los desafíos que las personas deben enfrentar ante situaciones inesperadas en sus vidas”.
En el último conversatorio del Centro Comercial Santafé y Vivir en El Poblado nos habló sobre el camino para transformar el sufrimiento: Del dolor al amor. “¿Por dónde empieza ese tránsito?”, le pregunté. “Por hacer un mapa del dolor”, contestó sin tardanza. ¿En dónde estoy? ¿Quiénes me rodean? ¿Qué me hiere? Y a continuación, toca aceptar. Antes que huir, rabiar o paralizarnos, debemos aceptar nuestra realidad. “No es fácil”, advierte con una sonrisa de ánimo. “La culpa no nos deja”.
La experiencia clínica le ha mostrado una situación patética: no pocas veces las víctimas tienden a sentirse culpables por su sufrimiento. Incluso más que los victimarios. Personas maltratadas en la infancia, pasados los años, tienden a culparse por, supuestamente, no haber sabido ganarse el cariño de sus padres. Mujeres ultrajadas sexualmente se culpan a sí mismas por lo que les pasó y disculpan a sus agresores. La doctora Masieri Kappos alza la voz: “Les tengo una noticia: ¡no somos culpables!”
Hecho el mapa del dolor, tramitada la aceptación, descartada la culpa, ¿qué sigue? La sanación, un proceso que implica coraje, mucho coraje. “Gira alrededor de una decisión clave”, explica. “Cambio yo y cambia mi entorno”. Para ir del dolor al amor no hay que echarle la culpa a otros ni pedirles que cambien. “Basta con que nosotros cambiemos para que cambie lo que está a nuestro alrededor. Cambio yo, cambia mi mundo”. Lo ejemplifica con sencillez: se levanta de su silla y se pone detrás de mí. Para poderla ver y escuchar, tengo que voltearme hacia ella. “¿Ves?”, dice no sin picardía, “uno cambia y su entorno cambia”. “¿Y si no se quiere o no se puede cambiar?”, me intrigo. “Ah, si no cambias, no te quejes”, dice, muy seria. Ahora bien, añádele caricias al respeto y el amor florecerá o reverdecerá, renacerá, se exaltará, vivirá con fuerza. “Con amor otras dimensiones se abren en el corazón”.
Ya al final, averiguo por las adicciones. “La más peligrosa es la adicción a las personas”. Y la más difícil de sanar. “Adicción al otro. Al amante, al jefe, al subalterno, al pastor de la iglesia, al gurú”. Una breve y última observación: “En las adicciones, uno se pierde”.
Ojalá en su próxima visita a Medellín (¡la 23!), podamos volver a escuchar a la doctora Masieri: ¡su enseñanza es profunda!
*** El jueves 16 de mayo, de 6:30 a 8 pm, estaremos con la psicóloga Olga Elena Betancourt y su visión sobre un asunto crucial: Papás ocupados, sin culpa y en paz. En los conversatorios de Santafé se aprende. Allá nos vemos.
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