Empezamos a conversar y sobre la marcha me di cuenta de que el doctor Gil estaba en vacaciones en esas horas. Las vacaciones son intocables y más si son las de un intensivista en meses de pandemia. Le ofrecí excusas y me respondió: “los intensivistas estamos haciendo ciudad. Nuestras familias sabrán perdonarnos; así lo decidimos, tenemos que salvar vidas”.
Son las 7 de la noche, en vacaciones, y el doctor Gil lleva jornada y media de acción. A las 6:30 abrió el día con una seguidilla de reuniones sobre camas disponibles en Las Américas, el análisis sobre la posibilidad de realizar cirugías relacionadas con otras enfermedades y los avances de la pandemia. No se niega, no hay reproches; la pasión, el compromiso, el juramento, lo guían. “Tiempos de guerra”, así los define.
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Otros colegas ya han tenido que tomar la dura elección de a quién salvarle la vida.
Es médico de la UPB, especialista en Anestesiología de la UdeA, subespecialista en Medicina crítica y Cuidados intensivos de la UPB, Magíster en Epidemiología del CES y especialista en Gerencia en entidades de salud, de Eafit. Nunca en sus horas de academia se imaginó tener que enfrentar un virus tan agresivo. Y es tiempo de responder: “para eso estudia un intensivista, aquí estamos, vamos a salvar vidas”, dice quien siempre se encarga de hablar en plural, porque no es el doctor Gil: es, dice, un sector conformado por médicos, enfermeras, auxiliares, terapistas, neumólogos, cardiólogos, infectólogos, cuya apuesta ahora es por la ciudad.
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¿Siente temor? El doctor Gil dice que sí, no solo porque en el total de casos la población trabajadora de la salud reporta el 20 % de los contagios en el país, sino por el componente familiar, por el riesgo que implica. “Sabrán perdonarnos”, ya dijo.
“Tengo colegas que llevan tres meses aislados. La familia es la más perjudicada en momentos como estos”, añade.
También le pregunto si cuando nos ve a los demás siente que estamos respondiendo al reto que impone una pandemia que cobra y cobra contagios y muertes. Y para contestar cambia el tono: “las medidas instauradas al principio se están volviendo paisaje y tanta espera hizo que se pierda el miedo”, dice con preocupación. ¿Confinamiento, tapabocas, aseo, aislamiento?, le pregunto y, sin dudarlo, me responde: “sí, por responsabilidad social”.