/ Carolina Zuleta
Esta historia me recordó lo que dijo Theodore Roosevelt: “No es el crítico el que cuenta, ni el que señala con el dedo al hombre fuerte en el momento que tropieza, o el que indica en qué cuestiones el que hace las cosas hubiera podido hacerlas mejor. El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en el ruedo, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error y sin limitaciones. El que cuenta es el que, de hecho, lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa noble, el que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes logros y, si no la tiene y falla, fracasa al menos habiéndose atrevido al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota.”
Qué tan fácil es criticar. Qué tan fácil es destruir la confianza y la autoestima de otros con unas palabras. Pero el crítico NO es el que cuenta. Si al observar tus comportamientos notas que te pasas más tiempo hablando sobre los demás, te invito a que te lances al ruedo, que corras el riesgo de mancharte la cara con sudor y sangre, porque eso es lo que hace que la vida valga la pena. Atrévete a explotar el talento único que te fue dado. Recuerda la historia de Julia: solo cuando aceptó su sentido del humor pudo vivir a plenitud y ser exitosa.
Y si ya estás en el ruedo y hay otros que te están criticando, por favor haz oído sordo. No permitas que sus palabras apaguen el gran regalo que Dios te dio, no juegues a ser pequeño para que otros no se sientan intimidados. El mundo necesita tu talento único, tus ideas y tu voz.
[email protected]