El negocio del turismo es uno de los más afectados por la crisis que en el mundo ha generado la pandemia. Y las consecuencias han sido realmente catastróficas, arrastrando a su paso grandes consorcios hoteleros, sitios de recreación y esparcimiento y medios de transporte. Entre estos últimos, las líneas aéreas.
La suspensión por parte de los gobiernos del tráfico aéreo local y foráneo, implantando con ello medidas adicionales de protección para frenar la entrada del COVID-19 a sus respectivos países, limitó totalmente la posibilidad de que las líneas aéreas percibieran beneficios económicos que les permitieran subsistir a la prolongada e indefinida espera. El impacto provocó una disminución de 90% del tráfico mundial de pasajeros. Una cifra por demás, nada despreciable.
Desde el inicio de la crisis de salud, en marzo, los analistas realizaron sus estimaciones acerca de las consecuencias que, para la aeronáutica comercial, tendría la paralización casi total del transporte aéreo mundial. Los vaticinios colocaban a este sector entre los más golpeados por la inactividad, ya que no contaba con el suficiente soporte financiero que le permitiese salir victorioso de tal contingencia.
Y así fue como, una a una, varias aerolíneas comenzaron a declararse en bancarrota, buscando auxilio financiero por parte de los gobiernos de sus respectivos países, o de algunos inversionistas deseosos de invertir ahora para recoger ganancias a futuro cuando toda esta pesadilla económica termine.
Bien lo expresó el CEO de Latam Airlines, Roberto Alvo, cuando dijo a finales de marzo pasado que “esta es por lejos la mayor crisis histórica en la industria aérea mundial. Nunca, ni en el evento de las Torres Gemelas, ni en la crisis del 2008 había habido un impacto como el que se está viendo con esta crisis ahora. Y la velocidad de cambio es increíble”. Quizá no estaba lejos de imaginar que, poco tiempo después, la empresa que representa sucumbiría también por las mismas causas.
En Latinoamérica la afectación ha sido de gran impacto. Latam es, sin duda alguna, la mayor operadora de Latinoamérica, y sus filiales en Chile, Perú, Colombia, Ecuador y los Estados Unidos están incluidas en la solicitud de bancarrota, más no sus afiliadas en Argentina, Brasil y Paraguay.
Por su parte Avianca decidió, antes que Latam, acogerse a la Ley de Bancarrota en la búsqueda de alternativas que le permitan asumir retos financieros e iniciar un necesario y urgente plan de reorganización.
Por: Danilo Diazgranados
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