Comenzaré por referirme a las dos recetas más obvias y sencillas derivadas de este pan dulce y con las cuales he titulado esta crónica. En cuanto a la primera nunca olvidaré que desde mis primeros años de existencia, mi abuela materna jamás le quitó tan religioso adjetivo, razón por la cual, durante mi infancia siempre la denominé de igual manera “bendita aguapanela” con la convicción de que así era la cosa; sin embargo, hoy estando adulta tengo el convencimiento absoluto de que ese debe ser su nombre. Veamos: en términos culinarios, la bendita aguapanela significa ni más ni menos que el mejor “fondo dulce” para derivar de él diversas preparaciones con característico sabor; así las cosas mis teteros de infancia fueron de leche con aguapanela; mis mejores limonadas de vacaciones juveniles fueron de limón con aguapanela y mis mejores tintos en época de exámenes universitarios fueron de café con aguapanela.
Actualmente como cocinera aficionada utilizo la aguapanela en más de una ocasión, pues le involucro un chorrito de este “fondo dulce” a la masa de mis empanadas, también a mis masitas de arepa frita, nunca la olvido con mi natilla; mi chocolate sin aguapanela no es chocolate y últimamente me he encarretado a tomar aguapanela caliente con jengibre o por el contrario me preparo un delicioso coctel de aguapanela fría con limón mandarino, soda y ron.
En cuanto al dulce de macho, para nadie es un secreto que tan elemental receta no es más que panela machacada, la cual vaya usted a saber porque realza de tan especial manera el sabor del claro de mazamorra y más aun aquel del vaso de leche fría. Ahora bien, trozos de panela en cantidad discreta o panela rayada son bienvenidos en un sudado de posta, en unos frijoles bostonianos, en unos plátanos al horno y si de melao de panela o caramelo se trata, este caramelo es un auténtico comodín que nos ayuda no solo con sabor sino con color en preparaciones de sal y dulce como tortas, bizcochos, cocadas, salsas y pasteles.
Para más de un coterráneo la panela es algo tan paisa como la arepa; sin embargo, necesario es observar que este producto es de origen norafricano y fueron los árabes quienes instruyeron a los españoles en su elaboración. El trapiche antioqueño con todos sus derivados es sin lugar a dudas uno de los pocos procesos de cocina artesanal que aun podemos visitar en el mundo rural que día a día se desvanece. ¡Ojalá!, literalmente, algún día no muy lejano le paremos la caña al proceso de industrialización, para poder continuar disfrutando de los encantadores sabores de cosas tan sencillas como la aguapanela y el dulce de macho.