¡Qué confederación de almas! Más de 270 personas asistieron el pasado jueves al conversatorio de Vivir en El Poblado y el Centro Comercial Santafé (Constelaciones familiares o Búsqueda de soluciones, comprendiendo nuestra historia familiar) con Judith Duque Camargo, psicóloga de la Universidad San Buenaventura. Al principio de su clínica, fue psicoanalista, freudiana pura. Luego, librepensadora ella, buscó otros caminos y por casualidad dio con el sistema de Bert Hellinger, Familienaufstellung, que en español quiere decir algo así como “composición o ubicación de la familia”, pero que, por jugarretas del destino, terminó llamándose “constelaciones familiares”.
La familia tiene leyes: orden, jerarquía, pertenencia o no exclusión, dar y recibir. El orden es natural: primero los padres, después los hijos según su nacimiento, “en orden de aparición”, como en Hollywood, incluidos abortos o pérdidas. Y también los hijos que por una u otra razón ya no están. “Las personas tienden a hablar más de la familia de la que vienen, no de la que tienen en el presente, pues intuitivamente sienten que esa disposición o ubicación ha sido decisiva en sus vidas psíquicas.” Me acordé de El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, uno de los libros más hermosos y penetrantes de Karl Marx: “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.”
El 1 va antes que el 2. “Por encima están los padres. Pero les tengo una novedad”, dijo con cierta complacencia. “No hay que amarlos. Hay que honrarlos, lo cual es muy distinto.” Honrar quiere decir respetar. El mundo contemporáneo nos induce a amar a padres odiosos, maltratadores, excluyentes. “¿Cómo amar a un papá que te ha violado cuando adolescente? ¿Cómo amar a una mamá que te ha echado de tu familia? No es necesario. Basta el respeto”.
Bajo la ley de la pertenencia, nadie debe ser excluido. La experiencia clínica le ha revelado que las exclusiones traen consecuencias en el tiempo. “Si en una familia alguien ha sido excluido por homosexual, no es extraño que en la siguiente generación aparezca un homosexual.” Y así con cualquier exclusión, sin importar motivo o causa. Porque en las familias, lo que se da, se recibe, en una cadena sucesiva y, digamos, inevitable. Dar y recibir, de padres a hijos, de hermanos mayores a hermanos menores.
Ahora bien, ¿qué buscan los pacientes al hacer una constelación? Ubicarse. Conocer, entender y aceptar su puesto en la composición familiar. “No se trata de pensar o interpretar, sino de actuar”. En este punto, la doctora Judith agregó otras dos novedades. Sin vacilar, aseguró que “el pensamiento se trasmite”. Dudé, los dioses me perdonen. “¿Quiere pruebas’”, me preguntó y, en seguida, hizo dos ejercicios con personas escogidas al azar para mostrar que con solo plantarnos delante de otro somos capaces de sentir lo que ese otro está sintiendo. Todo ello porque el alma es energía. “Y no hablo de magia ni de brujería sino de energía, que yo llamo cuántica, perceptible por los demás, como un fluido.” Al final, “las almas se comunican entre sí, se ubican, se organizan hasta hallar el lugar que les corresponde en su constelación”.
*** El próximo jueves, 7 de marzo, a las 6:30 p. m., hablaremos de pesca, aventuras y gastronomía con Álvaro Molina Villegas y Juan Carlos Uribe Restrepo, cocineros de alcurnia y pescadores de aguas dulces y saladas. En Santafé nos vemos.
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