Verónica Botero lidera un plan de cambio de hábitos de los niños. Cero azúcar y con ingredientes orgánicos.
La relación de Verónica con la alimentación fue siempre esencial en su vida. Cuestionaba muchas veces que mientras sus compañeros en el colegio tenían loncheras llenas de mecato, la suya era la “rara”. Las gaseosas no entraban en la nevera de su casa y con el pasar de los años, entendió la importancia de estas decisiones que su mamá tomaba pensando siempre en la salud.
Viviendo en Australia entendió también que su relación con el alimento era importante. “Cocinaba con mi esposo, pero no había oportunidad de que la nuestra fuera la típica dieta de estudiante”, recuerda.
Estando en el exterior, su madre enfermó de cáncer. Tenía que hacerse quimioterapia y ante todo pronóstico, renunció al tratamiento y empezó una dieta rigurosa. La espectativa de vida era de seis meses, sin embargo, gracias a la alimentación, contaba ya tres años. “Un día se cansó y empezó a comer algunas cosas que le hacían falta, y ahí empezó a retroceder”, dice.
En Australia, Verónica ejercía su profesión: diseñadora de espacios. Pero se cansó de la frivolidad, de que los problemas de sus clientes fueran escoger un color o quejarse por la veta de una madera. Y se acordó de la alimentación. Junto a Lucas Posada, su esposo, empezó un proyecto con el que quiere mejorar lo que se come en el día a día.
Su mamá algún día le dijo que hiciera algo por los niños, entonces creó un programa con el que busca intervenir la forma en la que los pequeños toman sus comidas en las guarderías. Hoy, 800 niños han cambiado hábitos: han incorporado en su dieta escolar más vegetales, han dejado el azúcar, tienen ingredientes de origen, orgánicos y cercanos.
Pero más allá, lo importante es que ha aprendido a contar historias para que los niños acepten ese cambio. “Hay que crear cuentos, mostrarles de dónde vienen los alimentos, enseñarles que con la comida sí se juega”, cuenta. Y el reto también es cambiar maneras en los adultos: “muchas veces se previenen más que los niños mismos”.
Verónica es consciente de que la alimentación en su vida es esencial.
“¡Es tantas cosas! Es la vida misma, es bienestar, es felicidad, es energía; lo es todo”.
por: Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]